La muerte es un viaje para el que todos tenemos billete, pero es el único lugar donde los vuelos suelen adelantarse.
Rock y monstruos
Ah, sí. El Club de los 27. Parece tener una sombra tan
alargada como la del Nosferatu de Murnau y es que, en su desgracia, muchos
escritores parecen haber visto material para hacer surgir a vampiros reales. El
vampiro se alimenta de la vida de los otros para volverse inmortal; el arte se
alimenta de la vida del artista para hacerlo inmortal y los que admiramos al
artista entregamos cada lamento del tiempo a ellos. Hubo una época en que el
monstruo se ocultaba en un ataúd y venía en barcos con tierra, hubo otra época
en que el vampiro era un artista de rock y esa imagen permanece en nuestro
subconsciente.
¿La culpa fue de Lestat?
Puede que la influencia de una dama como Anne Rice haya sido
una de las claves. El talento de Rice para transformar el dolor de la pérdida
en una compleja mitología vampírica, que resucitaba el mito y lo transformaba a
una nueva época como esta, fue uno de los golpes (y no de estaca) que lograron que el vampiro dejase la
levita y la capa para portar la guitarra eléctrica y la mirada soberbia de un
cantante como Robert Smith.
El auge del movimiento gótico, el punk, el grunge y
los diferentes estilos en los años ochenta nos condujo a esa búsqueda
sempiterna de la sombra, con artistas cuya actitud se hermanaba más con la bestia que con la víctima.
No tendríamos que olvidar que Lestat fue, seguramente,
el primer gran rockero vampiro de la historia y esa idea choca directamente con
nuestro imaginario colectivo, ese mosaico que forman nuestras ideas cuando se
vuelven (un poco más) locas.
Oscuridad, música, energía, sexo, vida, morir consumido,
vivir lo suficiente para que nuestra llama relampaguee, decadencia, fiesta,
pesimismo, nihilismo… Son elementos perfectos para el escenario de un buen
rockero, pero también para una película de vampiros como The Hunger (con David
Bowie, por cierto). Inmortales, eternamente jóvenes, poderosos y amorales, los
vampiros son los rockeros de los monstruos.
Para siempre. Fuente. |
Los Niños Perdidos de Morrison
¿A qué viene todo esto? A que el pasado fin de semana revisé
The Lost Boys, una película fantástica sobre adolescentes, vampiros con aspecto de rockeros, drogas y
todas esas cosas sobre las que, a veces, escribo y me lo pasé tan genial que os
advierto de que voy a dedicarle seguramente algunos post por el blog. En una escena,
dentro del nido de los Niños Perdidos, los vampiros de David, observamos varias
veces un póster de Jim Morrison. Una cosa: parece que ya no surgen artistas con esa
fuerza en algo tan simple como un póster de su cara. En serio, pensad en
cuántos artistas actuales pueden llenar un póster con la fuerza enigmática de
un Morrison o un Bowie. Siguiendo con la película, hay una escena donde suena
un cover bastante interesante de
People are strange, el tema que consagró para muchos a The Doors.
Morrison observando el legado de los vampiros. Fuente. |
Así somos los humanos: incapaces de aceptar que esos jóvenes
artistas decidan agotar su fuego de un modo tan súbito, el imaginario colectivo
decide darles una segunda vida, una de esas que nunca se agota, porque habitará
en nuestra infinita imaginación. El espectador y el artista decidimos
enfundarnos los colmillos, beber del arte del difunto, rasgarnos nuestras
sucias venas y entregarles aún más de nuestra sangre a ese artista para hacer
que viva como siempre, como un vampiro, que se alimente de los que vengan tras
nosotros, que hallen en la fascinación elementos claves que nos devuelvan el
significado de lo que es el arte y la vida, pero también de la muerte.
Puede que la muerte sea ese vuelo que, a veces, se adelante… pero,
en ocasiones, no hay motivo para dejar de volar hacia la segunda estrella a la
derecha, podemos ser ese Jim Morrison, ese Niño Perdido, ese vampiro que sigue
encontrando en la música el consuelo, esa sangre que jamás se derramará en
vano.
David, el rock, el vampiro. Fuente |
P.D.: Hoy quería colgar alguna de las entradas que tenía en
mente, pero esto que te vas al pasillo un momento a darle vueltas a algo y se
te acaba ocurriendo otra entrada y piensas que la casualidad, incluso, sirve
para que la acabes narrando en una posdata.
Un artículo muy interesante. Creo que aciertas al relacionar estas dos figuras tan míticas (una por mitológica y otra por idealizada).
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, Arantxa. Me alegro de que te haya gustado. Estoy documentándome de nuevo para reescribir una antigua historia y este era un punto que quería tocar.
Eliminar¡Muchas gracias!
Tal vez habría que rastrear las influencias del romanticismo. Un termina tergiversado. Olvidando que el romanticismo fue un movimiento artístico, tal vez cercano al gótico, con temáticas sombrías, la muerte y el amor muy próximos, personajes enfermizos y pálidos. Tanto que Poe pertenecía a este movimientos, con cuentos como Ligeia. Una mujer muerta que regresa en encarnada en la segunda esposa del protagonista. Salvo que se trate de una alucinación.
ResponderEliminarLos vampiros pueden tener un carisma especial, que dificilmente tengan otros seres, como muertos vivos o licántropos, que parecen ser más brutales. Se ha imaginado a vampiros haciendo de actores que actúan de vampiros. Y teniendo fans ansiosas por ser mordidas.
Y está la pretensión de que los músicos legendarios no murieron sino que fingieron su muerte. Tal es el caso de Morrison.
Así que hay un notable potencias para vincular rockeros y vampiros.
Bien planteada la entrada.
Sí, seguramente acercarlo al romanticismo y el movimiento gótico, teniendo en cuenta sus raíces literarias, sea otro acierto a la hora de encontrar sentido al origen de esta idea.
EliminarY sí, la visión del vampiro como famoso y estrella es otro de los puntos fuertes de la visión actual del vampiro. No les tememos. Los envidiamos.
Un saludo y gracias por el comentario.