Iron Man 3: de la cueva al desguace

Iron Man vuelve a la carga por tercera vez. Fuente.
“Creamos a nuestros demonios”- Tony Stark

Iron Man y el resto de de las películas de Marvel Studios demostraron en su día que se podían realizar buenas películas, entretenidas y hasta cierto grado fieles a los cómics, frente al realismo oscuro de la propuesta del Batman de Nolan o la falta de entusiasmo y fidelidad de X-Men: La decisión final. Entonces, ¿qué ha pasado con esta tercera parte?



Logo de Iron Man 3. Fuente.

La caída de Stark


Ligera decepción es la impresión que reina a muchos fans de los cómics después de ver la película. Y ¿por qué? Porque tiene muchas virtudes, pero lo defectos que hay, para el aficionado, superan con creces a cualquier otro. Más allá de algún problema de ritmo (nunca se vuelve lenta, o no del todo, y para un servidor es bastante entretenida y amena), el director Shane Black nos presenta la destrucción de Iron Man, acompañado en el guion de Drew Pearce. No es raro que gran parte del tiempo veamos a Stark sin la armadura (y me parece uno de los aciertos) y consigue así también humanizarlo debido a las crisis de Stark por no tener su armadura consigo. Además que retrata su obsesión creando nuevos cachivaches y armaduras (un poco estúpido es el plan de los malos de destruir cierto lugar y no llevarse la tecnología de Stark). Por si fuera poco, Shane Black se autohomenajea disponiendo a Stark y Rhodes en el último tramo como si fueran dos viejos polis al estilo Arma Letal.


Tenemos grandes momentos, como el misterio que involucra a Extremis o la batalla final. Uno aprecia que, de repente, Marvel ofrezca un producto tan adulto donde hay palabrotas, heridas, momentos violentos o se critica al militarismo de Estados Unidos (se compara al Mandarín directamente con Bin Laden o Gadafi). Toda una torta para los que decían que Disney interferiría en Marvel. Eso sí, uno se cuestiona que los héroes quieran salvar a ese símil de George Bush en la Casa Blanca cuando tampoco es muy trigo limpio que digamos y no se le juzque.

Lo que pasa es que  hay problemas, como el cliché de: “si haces una tercera parte, tienes que volver sobre los orígenes del personaje”. Es una medida pesada que resta novedad al conjunto y solo aporta la “revalorización” del inicio del personaje. Nolan ya pecó de ello en El Caballero Oscuro. La Leyenda renace y, por desgracia, nos vuelve a ocurrir ahora. Añadamos ciertas dosis de autoparodia, que por suerte no alcanzan las cotas de Superman 3 o Spider-Man 3.

Hay algunos giros ingeniosos y un par de buenos discursos sobre el heroísmo aderezados con escenas de humor que por suerte pocas veces rozan el de brocha gorda. Pero sumemos al cóctel que, después de cierta sorpresita que se podrían haber guardado los guionistas (Drew Pearce y Shane Black), la película al fan le empieza a “caer peor” y ni los chistes son tan graciosos ni los momentos de acción son tan emocionantes. Uno se pregunta incluso si no sería mejor no ser fan para poder pasárselo mejor.

El villano de la función, Killian (Guy Pearce). Fuente.
Marvel tiene fama de atar en corto a sus directores. Aquí no y debería haberlo hecho, no solo como industria, sino como creadora de ideas (se supone, ya que han acabado con un filón como era el Mandarín). Debería plantearse estas películas más en serio (dos escenas -con la de Los Vengadores, aunque simpática, y esta- tras los créditos que son completamente olvidables).  Uno echa en falta la grandilocuencia presentada en varios puntos de las primeras cintas de Marvel Studios.

Pese a este detalle, Shane Black consigue trasladar algunas cosas que se le dan bien: los momentos cómicos, la acción, los momentos de superación, la voz en off… Y es que la sombra de Kiss Kiss Bang Bang (donde trabajó Downey Jr.) y otras pelis de Black son alargadas.

Dando vida al fin de Stark


Hay interpretaciones decentes, porque tenemos un buen reparto, que conste. Tony Stark / Iron Man ha encontrado a su actor perfecto en la realidad con Robert Downey Jr., que como siempre demuestra ser uno de los mejores actores de su generación incluso cuando retrata el lado más oscuro o débil de Stark.

Por otro lado, regresa Gwyneth Paltrow cuyo personaje se ve mucho más desarrollado en la acción que solo como personaje (y que tiene unos momentos a lo Hulka nada despreciables) y consigue sacarse de encima el estereotipo de “damisela en apuros”. Todo un logro (y menos mal que al final la han “arreglado”).

También vuelve a la fiesta Don Cheadle como James Rhodes, más conocido como Máquina de Guerra (mola) y ahora como Iron Patriot. Queda algo relegado y aparece en contadas escenas, sintiendo el espectador que se le podría haber aprovechado mejor (entre otras cosas, para mencionar lo que sí hace Marvel por medio de cómics: que Máquina de Guerra no participó en Los Vengadores, porque estaba siguiendo la sombra del Mandarín). Al menos, el rescate de cierto personaje que lleva a cabo vale mucho la pena.

Uno más que da lo que puede de sí es Happy Hogan, dentro de lo poco que duran sus escenas. Está interpretado de nuevo por Jon Favreau, director también de la primera y la segunda de Iron Man. Uno siente que su personaje más allá de mover las primeras piezas se queda desaprovechado y, quizás, hubiera sido mejor ponerle un punto y final y encontrar más dramatismo, como ocurrió con su personaje en los cómics durante la Civil War.

Robert Downey Jr. vuelve a la batalla. Fuente.

En cuanto a los nuevos actores de relevancia que suman al plantel, tenemos a Ben Kingsley como El Mandarín… Que pasa de ser amenazador a dar mucha, pero que mucha vergüenza ajena. Ya entenderéis por qué. Junto al Mandarín, aparece el Extremis de IMA, capitaneados por un Aldrich Killian cruel y enloquecido (y grimoso, ¿por qué no?) al que da la vida Guy Pearce, que cobra más importancia (¿de la esperada o debida?) y que acaba pareciendo que tiene el don de la adivinación para mover todo en la sombra desde el pasado. Sin duda, un villano muy al estilo de los malosos de James Bond porque Iron Man siempre fue muy parecido en algunas cosas a 007. En IMA está Maya Hansen, una cumplidora Rebecca Hall (y con esta mera frase lo digo todo, aunque se intenta profundizar en su personalidad).

Sobre el papel de China y el doctor Wu, tan nombrados, se quedan en un cameo inicial y final. Recordemos que en China habrá un metraje especial que presentará más de lo rodado en este país. En el resto del mundo, nos conformamos con que el doctor Wu dé cierre a lo que ha llegado ser Iron Man hasta la fecha.

Las armaduras de Iron Man preparadas en una de las mejores escenas. Fuente.

Mandarín


Se cuenta que DC compró los personajes de Charlton Comics y se los dio a Alan Moore para hacer una serie. La Distinguida Competencia al ver que Moore se cargaba a uno de los personajes recién comprado y que pensaba dejar a varios más “tocados” le dijo a Moore que crease sus propios personajes de cero. Así nació Watchmen.

¿A qué viene esto? A que un servidor piensa que Marvel le debería haber dicho algo parecido a Shane Black y Drew Pearce antes de destrozar a uno de sus villanos más interesantes y el más importante de Iron Man: el Mandarín. Uno siente que este “destrozo” también ocurre en la cinta con otros de los grandes elementos de Stark, que prefiero reservarme para no caer en el spoiler.

Una de las cosas más esperadas de Iron Man 3 era, por fin, ver al Mandarín, el gran villano en la sombra desde la primera parte y, debido a una sorpresa sin motivo, nos damos cuenta de que no es nada de lo que esperamos y para mal. Muchos lo compararon con el Jóker de El Caballero Oscuro y me gustaría saber si estaban de cachondeo. Solo decir que me parece el peor villano de una película de Marvel hasta la fecha si es que se le puede llamar villano. Sin duda, el peor error que ha cometido Marvel Studios, que cae en varias incoherencias al sostener esta “teoría” sobre el Mandarín. Eso hace que la película se sienta como un cierre ilógico a lo cimentado desde el primer film en muchos aspectos. Pese a que se intenta cerrar la trilogía, es como si quedase abierta. Y todo eso pese al cortometraje All hail the king, que presentaba al auténtico Mandarín.

La versión del Mandarín (Ben Kingsley) en la película. Fuente.

Cuando los créditos de los efectos especiales acaparan toda una pantalla


El aspecto visual de Iron Man ha seguido mejorando con cada película y, quizás, aquí consigue su apogeo a la hora de presentar la destrucción de la casa de Stark, la aparición de tantas nuevas aventuras, la escena aérea inspirada en James Bond… Aunque uno siente que falta cierta espectacularidad en determinados momentos (una pena que veamos tan poco a cada una de las armaduras y que algunas parezca que fueron creadas para el mero hecho de ser destruidas). El mejor momento, sin duda, es la batalla final entre el Extremis y las armaduras.

En cuanto a la música, Brian Tyler cumple con un leitmotiv, algo pegadizo, y un tema para los créditos finales que recuerda a las series de dibujos animados de Cartoon Network con mucho del toque sesentero y setentero de las pelis de James Bond. No está mal, aunque tampoco es un Alan Silvestri. Eso sí, falta la música de AC/DC o Black Sabbath, ¿dónde está el Tony rockero de las anteriores películas? ¿Lo han domesticado tan fácil?

Sobre los cameos, el Universo Marvel sigue en pie. Se nombra la batalla de Nueva York, a Los Vengadores, Thor… Todo parece el mismo Universo aunque se echa en falta preguntarse por qué Los Vengadores no se reúnen de nuevo ante una amenaza como el Extremis o se hace una alusión a que su uso recuerda al de la fórmula supersoldado aplicada al Capitán América.

En cuanto a la aparición de Stan, se nota muchísimo que disfruta de cameos y más si incluye a chicas en bikini. Con respecto a la escena tras los larguísimos créditos, uno piensa que no ha valido tanto la pena esperar y más cuando uno desea encontrarse con otro personaje de Marvel y no uno ya visto (sí, yo quería ver a cierto Stephen…).

En definitiva, Iron Man 3 es una película entretenida con buenos momentos, pero para muchos queda la sensación de que está lejos del cariño que Marvel Studios nos había dado con anterioridad. Marvel, ¿ya no nos quieres?

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