Estoy en el lado de George R. R. Martin. No solo porque suela preferir estar del lado de los escritores frente a las grandes macrocorporaciones como HBO, sino porque esta semana ha saltado una polémica sobre La Casa del Dragón y, ya que estamos, la voy a aprovechar para hablar de la segunda temporada de la serie.
Para los que estaban a otra cosa, Martin avisó de que escribiría un post en su blog sobre lo que no le gustó de la segunda temporada de la obra basada en Sangre y Fuego y, finalmente, lo hizo. Y lo borró. Pero ya muchos fans lo habían leído. En él, expresaba cómo eliminar a un personaje desencadenaba un efecto en cadena que destruía tramas de sus libros. Y era un post escrito con lógica y honestidad, capaz aún así de reconocer lo mejor de la serie, pero también lo peor.
La imperfección de La Casa del Dragón
Pero si algo nos enseñó el doctor House es que todo el mundo miente y la sinceridad es una medicina que no le sienta bien a todo el mundo. Sobre todo a HBO, que habló de que apoyaba a su showrunner y blablablá. Me parece más interesante la respuesta de Ryan Condal. En serio, ¿por qué hay gente que se pone del lado de grandes corporaciones que se beberían tu sangre si hiciera falta? ¿Por qué hay gente que saca la carta: “George, calla y acaba tus libros” en vez de alabar que el autor de su saga favorita no se haya vendido al mejor postor, como un Juan Gómez Jurado, un Christopher Paolini o similar?
Reseña de la segunda temporada de La Casa del Dragón, ¿ha estado a la altura o se merece las críticas? Share on XY eso que la segunda temporada de La Casa del Dragón, por irónico que suene, ha sido de mis series favoritas de este 2024. Semana a semana, la telenovela sobre los Targaryen nos demostraba estar a años luz de otras que compartieron parrilla (véase La Acólita). No solo era una cuestión de puesta en escena (Martin, por cierto, habla de los problemas de presupuesto que también mencionó Condal y de los que hablaremos más adelante), sino también de todo lo que veíamos en la serie: guion, interpretación, música, montaje, vestuario, efectos especiales, dirección… A su lado, la mayoría de series del momento eran un montón de ceniza.
Eso no quita que algunas decisiones tomadas con la adaptación de ciertos elementos (como Sangre y queso) fuesen mejorables. O que la subtrama de las visiones de Daemon quedase reiterativa. O que todos esperásemos una gran batalla final cuando, valientemente, la serie asume que la gran batalla es el diálogo entre dos viejas amigas.
(No olvidemos el hecho de que vivimos en una simulación donde paridas como Los Anillos de Poder convencen a muchos por el simple motivo de gastar una pasta y meter batallitas).
No obstante, y por mucho que me guste como Rhaenyra da un paso al lado oscuro como Michael Corleone en El Padrino, el propio Condal reconocía que esperaba poder pedir dos episodios más para la temporada, pero luego ocurrió la huelga de guionistas y fue imposible acabar donde parecía más lógico que acabase: en una batalla donde Daemon hiciese frente a Aemond y se decidiese parte del destino de la Danza de Dragones.
Aún así, es indudable que semana a semana La Casa del Dragón no se ha convertido en un producto más, sino que ha sido una serie derivada de Juego de Tronos que ha demostrado el poder de Poniente en la pequeña pantalla. Esto no quiere decir que sea perfecta, pero sí que puede albergar la propia sinceridad de Martin sobre cómo se adapta su obra. Ahora queda por ver si HBO lo borrará de los créditos como “creador” (no el “basado en”) de las siguientes temporadas o de El Caballero de los Siete Reinos, que ya se está rodando.
Conclusiones
Mientras, esos son temas baladíes si debemos centrarnos en la grandeza de las historias y Martin sabe mucho de ello. Ha creado un mundo de fantasía que trasciende sus orígenes y ha encandilado a lectores y no lectores del fantástico. Su obra, sin duda, es uno de los referentes del género y lo seguirá siendo, acabe o no sus últimos libros. Porque en la búsqueda de venganza de Rhaenyra hay humanidad. Porque hay infelicidad en el camino de la creyente Allicent. Porque en Aegon existe la miseria del desdichado. Porque en la locura de Daemon hay instrospección y fantasmas. Porque en la búsqueda de fortaleza de Aemond hay algo que todos ambicionamos: seguir levantándonos incluso cuando hemos caído. Y entre humanos y dragones existe la grandeza de las colosales historias. Solo esperemos que Condal no caiga en el lado de Weiss y Benioff y acabe dilapidando la fortaleza de La Casa del Dragón. Si se escuchase más al creador, George R. R. Martin, sé que no sería así.
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