«Mi nombre es Celaena Sardothien —susurró—. Pero no hay ninguna diferencia en que sea Celaena o Lillian o Zorra, porque te derrotaría de todos modos, me llames como me llames».
En los últimos años, hemos vivido el auge de la romantasy dentro del panorama fantástico. Basta con ir a la sección de fantasía y abrirse paso entre los tomos de Brandon Sanderson (qué pesado eres cuando quieres), para encontrar docenas y docenas de libros en los que suele repetirse un nombre: Sarah J. Maas, autora de la saga ACOTAR (A court of thorns and roses), pero aparte de esta historia, su escritora también posee otra saga que ha sido mi primer paso en su mundo.
Más allá del retelling
Si juzgaseis Trono de cristal de Sarah J. Maas solo por su mala fama, pensaríais que es otro libro para rellenar estanterías, escrito por una autora con más detractores que seguidores. No olvidemos que en Internet, cualquiera es crítico. Pero, tras sumergirme en sus páginas, he de admitir que me llevé una sorpresa. Resulta que Trono de cristal, sin ser revolucionaria, es una novela de fantasía interesante, y aunque la esperaba peor, me encontré con una historia que, al menos, te mantiene enganchado. Vamos, que no es tan mala como pintan y no es peor que la media de calidad del género fantástico. Docenas de novelas así se publicaron durante el auge de las dragonadas, allá por los ‘90, y no pasó nada.
Pese a que por ahí digan que es un retelling, Trono de cristal toma solo algunos elementos de la Cenicienta, pero en vez de una huérfana llorona, tenemos a Celaena Sardothien, la mejor asesina del mundo mundial. ¡Una asesina siempre da calidad! Aquí, nada de esperar a un hada madrina, todo se resuelve con cuchillos y habilidades especiales como hablar con fantasmas. Esto le da un giro al cuento clásico y no se queda en la típica novela romántica en cuya portada hay un señor sin camisa (en serio, ¿por qué siempre hay señores sin camisa en las portadas de las novelas rosas?).
La premisa es sencilla: Celaena (la asesina de la que hablaba antes) es liberada de un campo de trabajo (¿y exterminio?) por el príncipe Dorian Havilliard para que sea su representante en un torneo de asesinos organizado por su padre, el rey. Si Celaena vence, pasará a servir al monarca durante cuatro años, como su campeona, para después quedar libre. Esta es la idea inicial de Trono de cristal y más vale no pensarla demasiado, porque si no se rompe o nos salen extrañas lecturas sobre el Holocausto.
Triángulos y rupturas
En este tipo de obras del romantasy imperan los triángulos y no los geométricos, sino los triángulos románticos. ¿Recordáis en la época de Crepúsculo lo del team Edward o team Jacob? Pues igual, pero sin tener que elegir entre la necrofilia y la zoofilia. Aquí tenemos por ahora a Celaena, el príncipe Dorian y el capitán de la guardia Chaol. Lo siento, pero si he de elegir, tras este libro, me parece que Chaol es mejor tipo que Dorian. Y sí, es que en estas novelas parte del dilema del lector es elegir con quién se queda, como si de una telenovela se tratase. Y no tiene nada de malo. Es una de las características del romantasy.
Sin ser un pasapáginas, el ritmo de Trono de cristal es correcto, con una narrativa que fluye lo suficientemente bien como para no sentir que estás arrastrando los pies en un pantano literario. Sí, ciertas dosis de romance pueden resultar cargantes en algunos aspectos, pero es como ir a ver una película gore y quejarte de la casquería: esta es una obra dentro del romantasy y debe haber romance sí o sí. No pasa nada, aunque a gente como el llamado Geek Furioso pareciera que esto era el gran pecado de la literatura. Se ve que nos hemos saltado todo el trecho de la la literatura que va desde el Romanticismo hasta nuestros días.
El acto final, centrado en el torneo, es sin duda uno de los puntos fuertes de Trono de cristal. Las trampas y traiciones añaden una capa de tensión que se agradece. Celaena no solo debe enfrentar a otros asesinos como Caín (o al veneno), sino que también debe lidiar con intrigas políticas (el rey) y oscuros secretos (el pasado de la primera reina) que se desvelan poco a poco. Aunque se siembran semillas de posibles descubrimientos (la última frase de la fantasma Elena sobre la sangre…, que muy sutil no es), lo que es cierto es que en esta primera entrega la autora está más preocupadas de sus personajes que de su mundo y apenas se detiene a explicar el origen del castillo de cristal, el mundo en el que habitan sus personajes, quiénes son los rebeldes, qué ocurrió con los fae, etc.
Los prejuicios hacia la romantasy
Trono de cristal está lejos de ser perfecta. Hay momentos en que entornas los ojos y sigues adelante porque es lo que hay. Tienes que aceptar que estamos ante una asesina implacable, pero con su corazoncito. Tienes que aceptar que la ambientación es medieval y los personajes hablan como salidos de tu barrio. Tienes que aceptar que a la autora le importen más Celaena, Chaol o Dorian que el resto de su mundo. Tienes que aceptar que el «plan maligno» del duque Perrington se le vean las costuras en todo momento.
Pero hay que aclarar que esta fue la primera obra de Maas y que la escribió cuando tenía dieciséis años. Si se lo hemos perdonado a Christopher Paolini con Eragon, su fanfic de El Señor de los Anillos y Star Wars, no sé por qué no se lo podríamos «perdonar» a Sarah J. Maas. Además, otros autores, a esa edad, están haciendo otras cosas, como pintar figuritas del Warhammer o vomitar toda su ira porque hayan mujeres que escriban fantasía con romances. Ya se sabe que no hay mayor inseguridad que la de ciertos frikis que piensan que un género les pertenece.
E irónicamente, luego usan imágenes de Guts de Berserk como si Berserk fuese el epítome de ser un « macho » cuando el componente romántico de la obra de Kentaro Miura está desde la primera viñeta e incluso se juega con triángulos amorosos como el de Casca, Griffith y Guts… pero eso podría ser un pecado para estos trogloditas del fantástico. Por poner otro ejemplo, son los mismos que, por ejemplo, se olvidan que el corazón que verdaderamente buscaba un personaje como Conan el Bárbaro era el de su amada Zenobia, pero para saber eso antes hay que leer de verdad estas historias.
El horizonte del trono de cristal
Sin embargo, no todo es color de rosa (o rojo sangre, en este caso). Diría que es un tomo demasiado introductorio. Claro, nos presentan el mundo, los personajes, y todas esas cosas básicas, pero se siente como si Maas estuviera preparándose para una gran fiesta y apenas estamos viendo los fuegos artificiales iniciales. El libro establece las bases para lo que promete ser una saga épica, pero uno no vive solo de promesas.
Pero no todo son errores cometidos por Maas: la traducción a veces chirría como una puerta oxidada, sacándote de la obra en momentos cruciales. Las inconsistencias y errores en la traducción pueden desconectar al lector y restarle impacto a momentos clave de la historia (no olvidemos a ese «Dorian repantingado» con el que se nos obsequia en la presentación del personaje). De ahí que en TikTok vea a tantos lectores y lectoras que optan por leer este libro en su lengua original (algún día deberemos abrir el melón de ciertas traducciones recientes del fantástico…).
Ahora, algo que me molesta más que las erratas en la traducción son los tipos que se dedican a comentar en los posts de lectoras de Sarah J. Maas cosas como que dejen de leer «chorradas» y se pasen a algo «más complejo» como… Brandon Sanderson. (INSERTAR MÚSICA DRAMÁTICA). No me malinterpretéis, Sanderson tiene lo suyo, pero tampoco es el epítome de la literatura complicada o sofisticada (repetid conmigo: NO ES EL MESÍAS DE LA FANTASÍA). Además, esta actitud condescendiente generalmente viene teñida de un sesgo contra la literatura escrita por mujeres y más si poseen componentes románticos. Trono de cristal, aparte de romance, posee también buenos momentos de acción, personajes interesantes y un misterio que llama a seguir leyendo. Cualquier lector está en su derecho de leer a Sarah J. Maas si le apetece. No necesita la aceptación ni la validación del rebaño. ¡Dejad que cada uno lea lo que le venga en gana y disfrutad del viaje, que de eso se trata!
En definitiva, Trono de cristal no es la obra maestra del siglo, pero tiene ciertos méritos y, ante todo, hay que leerla antes de juzgarla. Esta primera entrega es perfecta para los que busquen una pequeña historia de fantasía que pueda convertirse en algo más en sus siguientes entregas. Y si alguien quiere desprestigiarla porque «hay cosas mejores», que se lea sus manuales de rol… perdón, sus novelas con complejos sistemas de magia de Sanderson y deje a los demás disfrutar de la fantasía, sea del tipo que sea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Puedes comentar mediante nick, anónimamente o con tu cuenta de correo o similar. No almacenamos ninguna información.
¡Muchas gracias por tu comentario!