¿Lo escuchas? ¿Una especie de gimoteo grimoso que viene de lejos? Son algunos críticos que han lloriqueado considerando que Deadpool and Wolverine es el fin del cine. Sí, sí, este blockbuster supone el acabose para el séptimo arte. Y si así fuera, me temo que algo tan moribundo, que es «aniquilado» por algo tan simple y tan tonto, lo mejor que podía hacer era precisamente eso: morir.
Los críticos la han demonizado, como si fuera todo el mal que impera en una industria ya podrida. Y me temo que en realidad es un producto bastante inofensivo que solo busca convertirse en un fenómeno que llene las arcas y permita seguir rodando. Me temo que su ingente taquilla no servirá para que se rueden obras maestras desde estas grandes macrocorporaciones, pero sí permitirá que los cines sigan abiertos el tiempo suficiente para evitar un inminente colapso de un modelo que no pasa por sus mejores momentos. Si necesitamos películas como Deadpool and Wolverine para que los cines sigan abiertos hasta el estreno de cintas como Megalópolis, bienvenidas sean.
Contra el lloriqueo
Puede entender por qué Deadpool and Wolverine es un film contra la crítica. Los críticos juegan a pensar que están por encima del resto del público y que solo lograrán el suficiente estímulo si se juega según sus reglas… Pero este no es un film para el crítico, sino para el público. La película es fanservice. A menudo se toma este concepto como algo negativo. Un añadido que se pone en una obra solo para complacer al fan. Me recuerda a un amigo mío dice que es fan y le gusta el fanservice, ¿por qué no le iba a gustar? Quizá porque en un alarde de doble personalidad, no nos gusta siempre que nos den aquello que queremos y esperamos algo distinto y mejor… para enfadarnos cuando no cumple nuestras expectativas. Así que seamos honestos: toda la película es una unión mediante gags de fanservice y se aprecia que Ryan Reynolds haya hecho este film para los fans del personaje más que para el crítico de turno.
Y ya que estamos hablando de las típicas críticas del reseñador de turno, no olvidemos que el UCM ha sido blanco de muchísimas declaraciones negativas en los últimos años. Es interesante pensar que hace veinte años, era imposible que algo como el UCM pudiese parecer posible. Incluso hace una década, propuestas como Deadpool and Wolverine parecían una locura digna de los cómics, como esos tebeos donde Masacre se carga al Universo Marvel, se convierte en zombi, conoce a la hija de Drácula… Ahora hemos llegado al punto de que todo es posible, tanto lo bueno como lo menos bueno de los cómics.
El origen de Deadpool
Si nos remontamos a sus orígenes, Deadpool fue un personaje que ganó popularidad en cierto sector del público de los cómics que admiraron el talante bromista que Fabian Nicieza y autores como Joe Kelly dieron al personaje. Nacido como una copia descarada de Deathstroke a manos de Rob Liefeld, a los guionistas solo les quedó cambiarle el carácter para evitar una demanda de DC. Y es curioso cómo con los años Deadpool ha superado en popularidad a Deathstroke, seguramente porque el personaje de Marvel es perfecto para esta era del meme que estamos viviendo. Incluso cuando sobrevivió a una bazofia como la película sobre los orígenes de Lobezno.
Pero Fox no confiaba en el personaje y no fue hasta que se filtró un test (Ryan Reynolds ha jugado más de una vez a decir que lo filtró él) cuando el público pidió con todas sus fuerzas una película para el personaje. Y lo lograron en 2016 y repitieron la jugado en 2018 con dos filmes con un presupuesto «modesto», con varias ataduras por culpa de derechos (véase el origen de Cable), pero que lograban crear películas para un público mayor de edad, llenas de un humor a menudo burdo, pero que retrataban con cierto aprecio al Mercenario Bocazas. Y ahora, tras la compra de Fox por parte de Disney (que el propio film satiriza), tenemos una tercera entrega dentro del UCM y cuyo punto de partida más importante es la inclusión de Lobezno, el querido personaje de los X-Men a quien dijimos adiós en Logan.
El batiburillo
Sobre el argumento, si Deadpool era un film sencillo y Deadpool 2 un film más cómiquero, Deadpool and Wolverine abraza su talante de película evento. Es una unión de gags, escenas ideadas por un concept art y gags. Si la excusa de Spider-Man: No way home para unir a tres Spider-Man era bastante simple, aquí es que se justifica con prisa y corriendo y da igual los viajes en el tiempo, los viajes interdimensionales o lo que sea. La cinta lo que quiere es que el espectador se entretenga y punto. No es un cementerio de neuronas al completo, pero tampoco es tan inteligente como se piensa y si hay algún espectador pensando en que Reynolds y Jackman son dos macarras que se la han colado a Disney, me gusta pensar que la empresa del ratón solo está sacando cálculos y ha decidido sacar esta película de este modo, sabiendo que así sacará todo el dinero posible. Al final, lo que importa es eso, el vil metal.
Crítica de #DeadpoolandWolverine, una película paródica hecha para los fans Share on XJuego de niños
Todo en la película es un batiburrillo para justificar que tengamos a Ryan Reynolds y Hugh Jackman en una buddie movie con acción, momentos graciosos, y un sinfín de cameos. Personajes como Paradox (Matthew Macfadyen) parecen salidos de los Monty Python y villanas como Cassandra Nova (Emma Corrin) tienen un par de momentos monstruosos y poco más. La gente no ha venido por ellos, ni siquiera por verdaderas conexiones de un Universo Marvel que no lo está pasando bien últimamente (la película juega con ello).
La gente ha venido a disfrutar, a ver un ejército de Masacres, a un Masacre haciendo el tonto, a un Hugh Jackman que (¡por fin!) lleva el traje amarillo de los cómics… y lo mejor: un film que adapta un cómic de superhéroes sin avergonzarse de ellos, como pasase en las primeras de X-Men.
En redes sociales, el gran Chris Claremont, leyenda de los X-Men, afirmaba que el film era como ver a niños de doce años jugando con figuras de acción de todo Marvel y… pienso lo mismo. Tenemos a docenas de personajes esperados e inesperados, cameos y guiños que convierten el film en lo que hablábamos antes, puro fanservice que a algunos echará para atrás, pero para la mayoría será lo que esperaban.
Agárralo como puedas
Si con algo me quedo del film es con el trabajo de Jackman y Reynolds, y su deseo de pasárselo bien en esta aventura multiversal que tiene mucho de aventura de los cómics. Algunos creen que esto supone la muerte del cine, pero sería como pensar que un film como Agárralo como puedas es el fin del séptimo arte: una tontería para llegar a los caracteres de una crítica que pecará de clickbait.
En cuanto a la dirección de Shawn Levy, correcta y poco más. Colega personal de Reynolds, no me cabe que se lo ha pasado bien. Saca el proyecto adelante, se vuelve convencional en las conversaciones e intenta abusar de la cámara lenta en las peleas, sin llegar a ser un pesado, como Zack Snyder. Hay algún travelling interesante, aunque uno se pregunta si es más idea suya o de la gente de efectos especiales, efectos que suelen ser cumplidores salvo algún momento que desentona con el resto de una película que en el fondo hace del histrionismo y la hipérbole su punto fuerte.
Adiós a la Fox
A modo de metacine, Deadpool and Wolverine supone también una despedida a las películas de Marvel realizadas por Fox e incluso alguna que no, pero que inauguró todo este periplo, como Blade. Más allá de algún comentario cínico, lo tenemos en los vídeos de los making of que aparecen al final. No obstante, uno siente que intenta que pongamos a la misma altura el éxito de filmes como X-Men con cosas como Elektra (¿a quién le gustaba Elektra?). Se busca crear un efecto dramático y nostálgico con algo que dio mala fama precisamente a las adaptaciones cómiqueras de principios de los 2000… pero como adolescente que fui en esta época, a uno le hace hasta gracia ver a un joven Hugh Jackman pensándose lo de hacer de Lobezno.
Para concluir, Deadpool and Wolverine es una parodia de los superhéroes, de la Fox, de Disney, de los universos cinematográficos… y, a la vez, es un homenaje a los personajes de Ryan Reynolds y Hugh Jackman. No cambiará la vida de nadie (salvo de sus propios actores), pero es perfecta para un cine de verano que anhelaba un éxito de taquilla.
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