De 1983 a 1991 podríamos decir que hubo cierta sequía en el Universo de Star Wars. Sí, tuvimos cómics, las bizarras pelis de los Ewoks y alguna cosa más (hay hasta preservativos de Star Wars), pero no fue hasta la trilogía de Heredero del Imperio que se vio la posibilidad de que la galaxia muy, muy lejana siguiese con vida. Y dado el éxito que tuvo la obra de Timothy Zahn, no es de extrañar que Lucasfilm explotase todo el llamado Universo Expandido, el terreno de juego de una galaxia muy, muy lejana y… muy, muy explotable económicamente (y a veces, también narrativamente).
No importó la premisa de Lucas de que todo sería canon hasta que dejase de serlo por las películas (que ya planeaba para finales del milenio), muchos fans disfrutaron de estas historias y, con el tiempo, de la rareza que ofrecían. Tanto que hoy siguen llorando porque ese canon-que-no-era-canon haya muerto.
Por suerte, siempre quedará la rareza… Rareza de la que surgen obras como la que toca hoy: Star Wars: Legado.
Auge y caída
Fue así cómo entre los ’90 y la primera década de los 2000 surgió una propia mitología dentro de la mitología de Star Wars y títulos como Star Wars: Legado, que nos lleva siglos después de El retorno del Jedi para hablarnos de una nueva galaxia muy, muy lejana. En ella, el heredero de Luke Skywalker se ha convertido en un cazarrecompensas drogadicto que huye de la Fuerza tras haber perdido a su padre y tras haber resucitado a su maestro tras un traicionero ataque de los Sith que han tomado el poder de la galaxia.
Es decir, nada de esto lo veríamos en una película, sí en un cómic, y es como si nadie de Lucasfilm le hubiese importado que el hijo de los hijos del mayor héroe de la galaxia ahora fuera politóxicomano y, peor, un quejica edgy que entre pastilla y pastilla, escucha a Linkin Park y pone frases intensitas en el MSN.
El legado del Universo Expandido
Con todo esto, volvemos a algo que ya se ha comentado en varias ocasiones, el antiguo Universo Expandido parecía tener libertad para hacer lo que se quisiera. Parecía. Al menos daba esa impresión. Seguramente alguien se pondría tonto de vez en cuando, pero parece que a nadie le importó tener a una Sith en bikini como Darth Talon o asesinatos a sangre fría en cada capítulo. Si se podía cobrar por ello, todo era bien recibido.
Es más, se rumoreaba que a Lucas le había gustado el diseño de Talon (ay, abuelito Lucas…) y la quiso incorporar a aquella trilogía de secuelas que pensaba hacer, por mucho que dijera que no, antes de que el Imperio… perdón, Disney, comprase Lucasfilm.
Al final, la Rata siempre se impone.
Ideas y más ideas
Y es que el Universo Expandido siempre fue un laboratorio de ideas que, aunque ahora tenga la franja de «Leyendas», se sigue leyendo, disfrutando e incluso se toman de él elementos como los clones de Palpatine, a Thrawn y mil cosas más de las que el bueno de Dave Filoni debe ser fan (al igual que de los juegos de rol de Star Wars).
Crítica de #StarWars: Legado, ¿qué fue de los herederos de Luke Skywalker? Edita @planetadcomic Share on X¿El resultado? Más interesante que la actual Alta República que tanto se está explotando, Star Wars: Legado ofrecía al menos una historia extraña y entretenida dentro del Universo Star Wars. Está lejos, muy lejos de ser perfecta, pero, al menos, ofrecía alguna sorpresa sin tener que estar medida por el story group o los temores a afectar algún proyecto de marras, como parece que ocurre ahora.
Star Wars: Legado
Star Wars: Legado arranca con un juego de traiciones. Los Jedi son eliminados (más o menos) de nuevo y los Sith traicionan al Emperador (la República lo mejor que tiene es que se le da bien caer), que empieza una guerra contra los Sith, los Jedi y toda la gente que le cae mal (que es mucha).
Una tríada de Sith (que desemboca luego en un ejército de estos… ¡Adiós, ley de dos!) decide ir a por el Emperador y su hija, que en misión diplomática (guiño guiño), se convierte en objetivo de la aprendiz Sith, Darth Talon.
Y entonces, la hija del emperador se cruza con el desertor Cade Skywalker, el politóxicomano exjedi/juguete roto, del que hablábamos antes, al que se dio por muerto y que resulta que no, que no estaba muerto, que estaba viviendo la vida loca como cazarrecompensas capaz de capturar a sus colegas Jedi sin problema. Y a Cade hay que darle una oportunidad para que te caiga bien, porque le pesa un aire borde adolescente que igual te dan ganas de arrojar el cómic por los aires que a saber.
Por el camino aventuras, explosiones, guiños a las películas, apariciones de personajes clásicos (alguna un poco forzada) y todo ello con un dibujo más bien irregular: igual te hacen un diseño genial como el Darth Nihl (ese orco/sith/nigromante) que te hacen unos caretos que ni el DALL-E puesto de píldoras letales hasta las cejas, pero es que encontrar un cómic bien dibujado de Star Wars es como encontrar el amor: puede que creas que sí, pero al final no deja de ser un adefesio con brilli brilli.
El espíritu de Star Wars
Hace poco, hablaba de cómo Star Wars: Caballeros de la Antigua República era capaz de captar algo tan ambiguo como lo que podríamos denominar como «el espíritu de Star Wars«.
Puede que Legado no lo capte tan bien, aunque sí haya alusiones más o menos gratuitas al pasado de la saga: las apariciones de R2, el fantasma de Luke, las alusiones a Vader, el mismísimo origen de Darth Krayt… o incluso al Universo Expandido, con personajes como los chiss o los yuuzhan vong. Pero le falta… alma.
Esta falta del espíritu más clásico tampoco es malo, permite dar otras perspectivas sobre ese gran baúl de juguetes para los creadores que es la obra de George Lucas. No siempre se logra esa búsqueda compulsiva de la aventura que tienen otras historias de Star Wars, pero, a cambio, lo que tenemos en Legado es un espíritu tardíamente noventero: personajes chulescos, momentos extraños, tipos que tiran los tejos hasta a las piedras… Si te gusta eso, enhorabuena. Si tienes buen gusto, lo lamento.
Aventuras de una galaxia muy, muy lejana
Pero al menos, la historia perpetrada por John Ostrander y Jan Duusersema, aunque no sea perfecta, sorprende (pese a esos cambios de carácter que vienen y van de forma inexplicable), permite ver algunas cosas que no habíamos visto y lo pasamos bien, aunque, como ya dije antes, el dibujo de Duursema, Adam Dekraker, Travel Foreman y Colin Wilson es como para mandarlos a todos de nuevo a la academia de bellas artes o pedir que rueden las cabezas de los entintadores si echaron a perder el dibujo (o de los editores si metieron prisas o no pagaron lo suficiente).
Sobre la edición de Planeta DeAgostini, se recopila en tomos de tapa dura a un precio de… ¡45€! Excesivo por volúmenes de unos trece números, carente de extras (la entradilla… poco compensa) y con lo peor: numerosos fallos (nombres que no se traducen o cuya traducción cambia) y erratas (cambios repentinos de género, falta de alguna preposición…). Una pena que Legado no haya disfrutado de una mejor edición, pero parece ya la condena habitual a la que nos someten a los fans (masoquistas) de Star Wars.
Y es que si algo nos enseña Star Wars: Legado es que cualquier pasado fue… pasado… y que más vale que tu heredero no se acabe convirtiendo en un niñato edgy que abusa de las drogas. Esa es la gran lección de Star Wars. Más o menos. Bueno, más menos que más. ¿Qué le vamos a hacer?
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