Hay grandes autores que fueron grandes cuentistas, pero no grandes novelistas («cuentista» en el mejor de los sentidos, no como les decimos en España a aquellos que malviven de la mentira y la falacia).
Todos recordamos a Edgar Allan Poe o H. P. Lovecraft por sus cuentos cortos, pero no solemos mencionar La narración de Arthur Gordon Pym o El caso de Charles Dexter Ward, los dos intentos de novela que elaboraron los maestros de Baltimore y Providence respectivamente.
Al propio Borges, otro genio de los cuentos, le preguntaron una vez por qué no escribía cuentos y respondió:
«Yo creo que hay dos razones específicas: una, mi incorregible holgazanería, y la otra, el hecho de que como no me tengo mucha confianza, me gusta vigilar lo que escribo y, desde luego, es más fácil vigilar un cuento, en razón de su brevedad, que vigilar una novela».
Y más allá de la sorna y la nacionalidad del escritor de La casa de Asterión o El libro de la arena, esta cuestión también guarda relación con la escritora Mariana Enríquez, de la cual he leído todas sus obras publicadas hasta la fecha y he sacado la conclusión de que la prefiero como creadora de cuentos a como creadora de novelas.
Sí, puede que sea una afirmación dura para comenzar un texto sobre la escritora bonaerense y su obra más celebrada y premiada Nuestra parte de noche, pero matizaré diciendo que, en realidad, considero que su novela está compuesta de pequeños cuentos largos o, si se me permite, noveletas que articulan la ficción a través de varios momentos de una Argentina convulsa. Y es horror, pero también fantástico, y, ante todo, una gran historia de historias.
Nuestra oscuridad
Y es que Nuestra parte de noche no parte de la nada, sino que bebe de las raíces de la autora como cuentista. La casa de Adela, por ejemplo, es uno de sus relatos más celebrados y aquí es uno de los ejes principales de esta historia sobre Juan y Gaspar, un padre y un hijo, que acaban de perder a la persona más importante de su vida, como el padre y el chico de La carretera. Ambos huyen de una misteriosa y siniestra orden de magos que practican la magia negra y buscan la inmortalidad.
Es fascinante cómo Mariana Enríquez es capaz de tocar todos los temas que le fascinan sin caer en lo bizarro. Artistas como Álex de la Iglesia lo intentan, pero no lo consiguen (aunque podríamos salvar El día de la bestia de la quema). Por un lado, Enríquez habla del día a día de un padre y un hijo que luchan contra la tristeza por la muerte de la madre (Kratos y Atreus… no estáis solos), pero, por otro, es capaz de profundizar en las raíces de Argentina y, a su vez, agregar toda la plétora de la magia negra. Y este cóctel, que podría resultar tan indigesto y risible como 30 monedas, en Nuestra parte de noche es una muestra de la grandeza de la creadora.
«Our share of night to bear,
Our share of morning,
Our blank in bliss to fill,
Our blank in scorning.Here a star, and there a star,
Some lose their way.
Here a mist, and there a mist,
Afterwards—day!»- Emily Dickinson.
Más allá de los gafapastas
Si por algo aplaudo a Mariana Enríquez es por su capacidad para convertir el terror en alta literatura a ojos de la crítica más esnob. Sus libros los publica Anagrama, cuando en realidad deberían ser libros de editoriales como Valdemar (junto a Pilar Pedraza) o La Biblioteca de Carfax (acompañando a Daphne Du Maurier).
Es más, ya en su primera novela, escrita en la adolescencia (como modo de exorcizar las voces que le pedían que escribiese la historia de Narval y Facundo), Bajar es lo peor (su versión de Mi idaho privado y los vampiros de Anne Rice en la Argentina de los noventa) se veían muchas de las ideas que la apasionaban: las drogas, la noche, la belleza, el suicidio, la muerte, el vampirismo, la oscuridad, el sexo.
Crítica de Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez: una historia de historias que homenajea lo mejor del terror mundanal y sobrenatural. Share on XPero es en sus cuentos donde hallamos a una gran escritora. Están muy emparentados con el cuento Ese verano a oscuras, donde Argentina, con sus problemas políticos, sus crisis y sus cortes eléctricos marcan la vida de su protagonista.
Sin embargo, pronto llegarían lo sobrenatural. En Los peligros de fumar en la cama hallamos cuentos seminales que logran explotar toda su habilidad en Las cosas que perdimos en el fuego, una brillante colección de cuentos adictivos donde el horror se mezcla con lo inquietante, sin dejar de lado el humor negro, el pesimismo, la reflexión e incluso la denuncia.
La fuerza de la Oscuridad
En Nuestra parte de noche, encontramos todo lo que hace especial a la literatura de Enríquez pero elevado a la enésima potencia.
Suelo decir que los monstruos de Frankenstein son eso: un monstruo. Hablo así de esas historias que tienen varios trozos unidos como buenamente se puede. Una especie de trabajo grupal donde cada uno hizo su parte y al final se pegan como se puede.
Me suelo olvidar de comentar que hay belleza en la criatura de Frankenstein. Recordemos la frase de Ogden Nash «donde hay un monstruo, hay un milagro». Y lo hay: hay un desafío a la vida, a la naturaleza, a lo que se cree correcto… Y qué gran verdad es.
Lo digo porque la historia de Nuestra parte de noche se forma de retales y lejos de ser algo malo, es parte de su grandeza.
Pedazos de la noche
Primero, tenemos una road movie con Juan y Gaspar. Parte de un falso realismo para profundizar en las heridas físicas y mentales del padre y el hijo.
Después, tenemos a un adolescente Gaspar con su propia banda de Perdedores, a lo Eso (It) de Stephen King, pero en Argentina. Puede que sea mi parte favorita de la obra y es increíble cómo Enríquez cambia la voz, aunque no la esencia, de sus personajes a través de los años.
También, cómo no, hay cartas y noticias al estilo Drácula de Bram Stoker o Carrie de Stephen King (si nos ponemos más modernos); el equivalente al found footage de la época.
Por el camino, retazos del pasado de la Orden, de cómo Juan se convirtió en el médium de la Orden y cómo Rosario se enamoró de él.
Por último, un arco que cierra la historia con un Gaspar que va llegando a la edad adulta, pero antes debe volver a enfrentarse a los monstruos que lo han marcado desde la niñez.
El género ante todo
Sería fácil ponernos las gafas de pasta y decir que Nuestra parte de noche es una obra que denuncia los horrores de la dictadura en Argentina y las consecuencias de todos los desmanes políticos que ha habido en el país. Sería fácil, pero también algo trapacero porque estaríamos desligándola de los mejores aspectos de la obra: la historia de familia, amistad y horror que rodea a Gaspar.
Y también la reflexión que hace Mariana Enríquez sobre las órdenes mágicas londinenses, los hippies, David Bowie, los poetas malditos, los suicidas, los decadentes, el rock… Enríquez es una autora fascinante, ya sea en la ficción o en la no ficción (recomiendo sus ensayos de El otro lado, que es una recopilación de sus artículos periodísticos, y Alguien camina sobre tu tumba, un recorrido por varios cementerios de todo el mundo), y consigue volcar todo ello en lo que escribe.
El Celsius y Enríquez
Allá por 2022 tuve el placer de estar en una charla que dio Mariana Enríquez en el Celsius de Avilés y me pareció una autora fascinante. Poco después, acudí a su firma y le pregunté si había leído a Alan Moore.
Todos los que hemos leído a Moore sabemos de sus amplios conocimientos sobre la magia (por algo es mago) y recordamos su recorrido por el Londres de arquitectura esotérica de From Hell (recorrido que, por cierto, se menciona en Nuestra parte de noche, como he comprobado con la lectura de la novela).
Volviendo a cuando conocí a Enríquez, me respondió que sí, entusiasmada, y además me comentó que la crítica que había hecho Moore de Nuestra parte de noche era la que más le había importado. Desde ese momento, sabía que si Enríquez tenía a Moore como uno de sus guías en la literatura, me gustaría su obra. Y no es para menos.
Hay algo evocador en sus palabras, pero también en la persona.
Hola
Pero no fue ahí cuando conocí realmente a Enríquez y no, no voy a ponerme melodramático diciendo que la conocí cuando leí su libro… Seré, por una vez, más mundano.
Sin ir más lejos, antes de la primera charla, recuerdo encontrarla en el vestíbulo del hotel Palacio de Avilés donde me hospedaba y saludarla como si la conociese de toda la vida, a lo que respondió con un «hola».
Sé que no suena a encuentro épico, pero no debe sonar a épica para que algo lo sea, sobre todo cuando te das cuenta de que como Gaspar, no estás tan solo cuando te enfrentas en la Oscuridad.
Adentrarse en el mal
Nuestra parte de noche es todo un viaje donde se aparecen los terrores reales de los desaparecidos de la dictadura y los terrores sobrenaturales de las órdenes mágicas, donde se hacen interpretaciones de la realidad y reinterpretaciones de personajes como Alistair Crowley.
Y aunque es una galería de terrores, nunca se convierte en el típico castillo de la bruja de las atracciones baratas, sino que es más bien un laberinto de espejos donde acabamos topándonos con nosotros mismos y nuestro lado más oscuro.
Antes de cerrar este texto, es de justicia mencionar a Mara Brenner, quien da voz a la versión en audiolibro de Nuestra parte de noche y realiza un trabajo excelente no solo con la narración, sino con la capacidad para poner otros acentos o incluso cantar ciertos fragmentos de la obra. Un punto más a favor de esta novela, una de esas que marcan época.
Mientras Argentina se embala en una carrera suicida con la ultraderecha presidiéndola y Enríquez realiza lecturas de sus obras mientras sigue escribiendo sobre fantasmas, parece que el mundo se ha dispuesto, tras una epidemia y varias guerras, a darle material para que la oscura dama de las letras siga escribiendo sus historias. Tendremos suerte, ya sean cuentos u obras que nacen de retales, como la criatura de Frankenstein, como Nuestra parte de noche.
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