Recuerdo estar en 2º de Bachillerato y tener una profesora de Filosofía que empezó a hablarnos de mundos paralelos y multiversos. Y, mientras lo decía, yo pensaba en levantar la mano y comentarle: «como en los cómics». Por temor a «ir de friki», me quedé callado. Imagino que en otro mundo, lo hice. Eso no importa. Ocurrió en 2009.
Ahora, en 2022, los multiversos ya no parecen cosa de cómics o novelas de ciencia ficción, sino que los hemos tenido en series como Doctor Who, Loki o Gravity Falls, en videojuegos de Spider-Man e incluso en el cine. Ya no son una idea friki e insólita, están de moda. Y es que son interesantes: nos presentan la oportunidad de explorar las consecuencias variables de multitud de ideas hasta llevarlo a límites insospechados.
Ella, ella misma y su familia
Sin ir más lejos, en este 2022, en la cartelera coincidieron dos títulos sobre el tema de los multiversos: la disfrutable Doctor Strange en el Multiverso de la Locura y la película de la que hablaré hoy, Everything everywhere all at once (Todo a la vez en todas partes).
Dirigida por los Daniels, Dan Kwan y Daniel Scheinert, estamos ante una película que utiliza la premisa de los universos paralelos para hablarnos de un drama familiar.
Michelle Yeoh, una inmigrante china, vive una vida insatisfactoria junto a su esposo, su hija y su padre. Como propietaria de una lavandería, lidia con una trabajadora de hacienda, con un marido que ya no siente que quiera, un padre que la decepcionó y una hija lesbiana que esta madre no acepta.
Y entonces, descubre que hay una guerra multiversal y varias versiones de sí misma están siendo perseguidas por una agente del caos.
La fantasía como partida
Sí, el guion (con sus amagos de worldbuilding) parece una frikada de ciencia ficción y aventuras, pero, pese a que juega con el cine de artes marciales, al final es, sobre todo, lo que comentaba al principio: un drama familiar con algunos toques de humor (incluso escatológico), que puede llegar a entretener a los más profanos en el tema o los que buscan cómo la fantasía se utiliza como motor para la hipérbole.
Durante la primera hora y el segmento final, disfruté mucho de la película por el tono que tiene entre Douglas Adams y Neil Gaiman. Luego, hay una parte que me naufraga, porque quizá menos era más y los Daniels son tan sutiles como utilizar un martillo para quitarte el dolor de cabeza.
El fin del mundo (y de lo que importa)
Destacan la original utilización del montaje, la fotografía, los insólitos homenajes (desde In the mood of love hasta Ratatouille) y la música de Son Lux, además de las interpretaciones de Michelle Yeoh, Jonathan Ke Quan, James Hong y Stephanie Hsu (más atrás se me queda Jamie Lee Curtis por un papel que en el tráiler se dibujaba como antagonista y en el film queda relegado a alivio casi cómico).
El principal problema radica en que, como su propio título indica, Everything everywhere all at once pretende ser muchas cosas a la vez, en todas partes y al mismo tiempo. ¿Quizá con menos hubiera funcionado mejor?
Puede que esa abigarramiento de extravagancia pueda resultar hipertrofiado en algunas partes donde lo que debería ser sorprendente, no lo es tanto si ya se ha naufragado entre multiversos.
Por ejemplo, toda la interesante parte filosófica, donde se toca el relativismo o el existencialismo, se ahoga entre chistes sexuales que repiten varias veces por si a la primera no lo habías pillado. Su humor «meme» no funciona con todo el público, pero aquel que lo acepta, se lo pasará en grande.
El horror vacui
La película llega a tener tantas cosas, tantos montajes en paralelos, tantos juegos más o menos originales, el mensaje de la cinta puede llegar a malinterpretarse. Me explico: La vida de Evelyn se bifurca en diferentes decisiones a partir de los sueños que no pudo cumplir, pero lo que la hace especial es tener la peor vida de todas, aquella donde no fue nada de lo que pudo ser y, al final, parece que la historia trata sobre aceptar eso: la mediocridad. Y puede que ese no sea el mensaje de los Daniels, pero están tan ocupados en adornar su película, que se pierde.
En conclusión, como aquel chaval que en 2009 se avergonzaba de hablar de multiversos, pero que en los siguientes años se ha dedicado a escribir sobre ellos, me quedo con lo positivo: Everything everywhere all at once me recuerda que en el infinito de las posibilidades está la gracia de esta premisa y de emprender los senderos no emprendidos.
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