Sigo vivo. Más o menos. Tanto como me deja la jefatura de estudios, las clases y los proyectos en los que me embarco (para dejarlo a medias), pero si algo ha sido una constante en mi vida durante estos meses, ha sido redescubrir mi amor por Star Wars.
Toda leyenda tiene un comienzo
Star Wars fue la primera saga que me gustó y de la que me volví un aficionado enfermizo cuando solo tenía nueve años. Cualquiera que me conociese en esa época, sabía que me encantaba dibujar a personajes de Star Wars y hacer mis remakes pseudoliterarios. No paraba de hablar o escribir sobre Star Wars. Recuerdo salir corriendo a la salida del colegio o del instituto para ver las precuelas en pantalla grande. Y crecí con estas historias y me gustó descubrir las obras que la influenciaron como El Señor de los Anillos o la space opera clásica. En personajes como Luke, Han, Anakin o compañía, encontraba reflejos de mi vida y la de las personas que me rodeaban. No lucharíamos contra la Estrella de la Muerte, pero cada uno en su vida tiene su propio lado oscuro.
Literariamente, Harry Potter marcó un antes y un después para mí que sobrevivió durante años, hasta que en los últimos meses con las declaraciones deplorables de su autora y tras los fallos de la última película, he ido alejándome de esa saga. Duele haber crecido con algo para luego descubrir que su autora lleva a cabo campañas de odio en redes sociales y se comporta como una ególatra. Me gusta la idea de un amigo mío: separa autor y obra, que te interese la obra y no el autor… como si no existiese… Pero es complicado. Al final, he aprendido que si me gustan las historias de jóvenes magos en escuelas tengo a Ged el Gavilán de Ursula K. Le Guin (que por algo escribió La mano izquierda de la oscuridad, algo que la señora Rowling jamás escribiría – ella se lo pierde) o tengo al Timothy Hunter de Neil Gaiman.
Por suerte, alguien que no me decepcionó (y que me va cayendo incluso mejor a raíz de lo que leo sobre su vida), es J. R. R. Tolkien. Sus historias me influenciaron desde que las leí y crecí con un pie en la Tierra Media. Tantos años después, para mí Tolkien sigue siendo un absoluto genio que no solo creó un libro, sino también su historia, sus lenguas, su geografía, sus leyendas… No habrá nunca otro Tolkien, por mucho que algunos intenten encumbrar a autores incapaces de terminar sus obras (y más que a Martin, que me cae simpático, me refiero a Rothfuss, que no me cae tan simpático).
He ido creciendo y he pasado por muchas épocas. Hubo momentos en que la galaxia de Star Wars fue más secundaria (aunque nunca olvidada); los superhéroes, los magos o los monstruos ganaban la partida (¡cuando Star Wars es todo eso!). Cuando era un crío, con diez años, quise dirigir o escribir películas por esa saga, hasta que con veintitantos estudié dirección y guion y estuve meses sin querer ver una película por el asco que le cogí gracias a muchos de mis profesores (¡gracias!). Más tarde, con diez u once años, quise escribir y llevo haciéndolo desde entonces y siempre se me ha escapado alguna alusión a Star Wars en mi trabajo. A veces, desearía poder escribir algo que fuese tan inspirador, aunque solo se acercase a la sombra de una sombra.
Así que veinte años después de ver por primera vez Star Wars, he vuelto a la saga. No lo hice con el Episodio VII, que me resultó muy, muy decepcionante. No volví con Rogue One o Han Solo, que las disfruté. Puede que sí (o, al menos, un poco más) con Los Últimos Jedi, que me parece la mejor de las tres nuevas. Mi regreso a una galaxia muy, muy lejana fue gracias a The Mandalorian. Recuerdo ver el primer capítulo hace aproximadamente un año. Ese día, habían operado a mi hermana de un tema de salud bastante delicado y no podía pensar en otra cosa que en ella; mi hermana estaba en Barcelona y yo en Tenerife; cuando tuve la primera noticia de que estaba bien, me alegré mucho, pero seguía sin poder pegar ojo y decidí darle una oportunidad a Mandolorian.
Mando is back! Fuente. |
Fue como volver a mi infancia desde el primer minuto. En el mejor de los sentidos. Intentaba ser cínico, pero poco a poco, con cada escena me iba ganando hasta llegar a la escena final y robarme completamente. Imagino que ya sabréis qué ocurre al final, cuando Mando se encuentra con una versión de lo que él fue: un huérfano y decide emprender el camino de la redención (this is the way). Ya está, ya estaba vendido (yo y la serie): al día siguiente me vi de nuevo el capítulo con mi pareja y me vi cada uno el día del estreno de forma religiosa. Por estas fechas, el año pasado me pillé una neumonía que me destrozó, pero sobreviví gracias a Mandalorian, aunque eso sí, descubrí que, cuando estoy enfermo, si veo algo relacionado con Star Wars, me echo a llorar como un crío (no sé bien el motivo, pero os pondré un anuncio con el que acabé llorando, aunque puede que influya también que he dado clase a chavales hipoacúsicos que son geniales).
Ver Mandalorian era como reencontrarme con quien fui y volver a los valores de Star Wars: Star Wars no va sobre espadas láser y naves explotando (que también), sino sobre la esperanza, la amistad, la rebelión… Sé que en los últimos años hay muchos que se llaman fans y realmente están más cerca del fascismo del Imperio que de la Rebelión, pero no creo que sean fans los que se dedican a arruinarle la vida a George Lucas, a actores de las películas ni similares. No son ni una pulga de Salacious B. Crumb.
Durante el confinamiento, aparte de verme el documental de Galería o revisitar el genial El imperio de los sueños, decidí creer en el aprendiz de George Lucas: Dave Filoni (a Jon Favreau, el otro artífice de Star Wars, lo conozco desde la época de Iron Man y he disfrutado del Universo Marvel Cinematográfico como si fuera lo más importante de mi vida durante años (es más, si las predicciones se cumplen y el cine tal y como era muere con la pandemia, creo que la última gran película, con todo el público gritando y llenando las salas, fue Endgame). Volviendo a Filoni, me era desconocido y la película de The Clone Wars en 2009 me decepcionó por ser muy infantil, pero sabiendo que el sable negro de Moff Gideon surgía de esa serie, decidí darle otra oportunidad y ¿qué decir? Aluciné, se convirtió en una de mis favoritas; sí, tiene arcos más débiles, pero hay algunas sagas como la de Mortis que me hizo realizar un vídeo donde la comparaba con la tragedia griega, y su final es digno de ser una película de Star Wars.
Tras Clone Wars tocaba Rebels y me esperaba algo más flojo por algunos comentarios que leí y, de pronto, me encontré con una serie todavía mejor. Tiene todo lo que me gusta de Star Wars: personajes emblemáticos, humor, tristeza, nostalgia, monstruos extraños, robots, naves, grandes villanos, paisajes fantásticos, un uso del color impresionante… Y a Ahsoka Tano como si fuera la Gandalf el Blanco de este mundo (o, mejor dicho, galaxia). Filoni es uno de los nuestros, uno de los que alucina con los libros de arte y rescata diseños o se ha pasado la adolescencia leyendo a Tolkien.
Y ahora, ha vuelto Mandalorian y estoy disfrutándola cada semana tanto que hace que mis semanas se vuelvan menos tediosas. Sí, estoy viéndome cada capítulo dos veces (hace poco volví a ver de nuevo la primera temporada, también) y me he vuelto muy aficionado al podcast de La fosa del Rancor, que ya me habían recomendado en la tienda de cómics a la que suelo ir (¡y que tiene por nombre el de un planeta de Star Wars!) y que lo volvió a hacer un gran compañero de mi claustro y profesor de Historia que colabora en el podcast y con el que he tenido alguna gran charla de Star Wars en estas semanas. De pronto, los viernes no son buenos solo por ser viernes, sino también por Mandalorian.
Baby Yoda tiene parte de la culpa de que todos adoremos Star Wars. Fuente. |
¿El renacer de la Fuerza?
Cuando hace unos años Disney compró Star Wars, a mi cabeza llegó la marcha Imperial y me imaginaba a Mickey apoderándose de todo (básicamente… lo que hizo… qué pena me da ver a George Lucas en esas fotos en Disneylandia con las que se ratificó el auge del imperio ratonesco…) y pensé que la franquicia estaba agotada y quedaba poco por contar más allá de un universo expandido que fue ejecutado (sin orden sesentaiséis). Puede que la nueva trilogía fuese una confirmación de ello, pero creo que las series e incluso los cómics (a los que me he acercado gracias a la recomendación de mi compañero de claustro) estén demostrando que todavía quedan historias de Star Wars que vale la pena contar, esas que no tienen que centrarse, casi por completo, en Jedi, Sith o Skywalkers.
Puedo comprender que muchos aficionados sigan disgustados, pero creo que también hay otros que piensan que Mandalorian es lo mejor que se ha hecho de Star Wars desde la trilogía original (yo no soy un hater de las precuelas, por cierto). Lo que sí creo es que he encontrado una serie de historias que hace que todo valga un poco más la pena y de eso va el arte al final, ¿no?
Empecé a hablar de todo esto por una pregunta: ¿por qué amamos Star Wars? Parece una pregunta simple, pero hay niebla de respuestas que oculta una miríada de posibilidades. Seamos objetivos: ¿por qué una película de 1977 sigue siendo tan influyente en la vida de tantas personas? Hay múltiples respuestas, cada uno de nosotros tiene una: por cómo cambió el cine mainstream, por cómo revolucionó la industria, por cómo reinventó los efectos espaciales, por el carisma de sus personajes, por la mágica banda sonora de John Williams, por el diseño de todos sus mundos, por sus citas ya célebres (como el «que la Fuerza te acompañe»), por su capacidad de contar con nuevas generaciones, por la nostalgia, por cómo usa tropos y referencias clásicas para seguir creciendo (el viaje del héroe), por cómo mezcla géneros dispares como western, samuráis y space opera, por cómo une a la gente, por cómo se convirtió en un gran fenómeno, por su capacidad para contar historias con valores… Muchas, muchísimas respuestas. Todos tenemos una… Y creo que todas ellas forman parte de la mía, pero, sobre todo, creo que la más acertada es que, cuando me gana mi época más cínica suelo ampararme en el lado oscuro del terror y los escritores más siniestros, mientras que, cuando la melancolía me vence y necesito salir de la oscuridad, me aferro a esa balsa que es Star Wars y su sentido de la aventura y la esperanza, que enraíza con quien fui, soy y, tal vez, seré. Como le dije a mi tutoría que el curso pasado terminó sus estudios, me crie viendo la puesta de soles de Tatooine y esperando aventuras como Luke Skywalker. Creo que las sigo buscando cada vez que me acerco a Star Wars y sueño con algún día poder escribirlas como merece la pena. Por eso, sigo amando Star Wars. Hasta entonces, que la Fuerza nos acompañe… siempre.
Tal vez influya la inspiración tomada de los mitos, de diferentes mitologías, bastanta del Rey Arturo. Y hay un notable desarrollo de personajes. Seguramente influye la banda de sonido.. Y tantas razones.
ResponderEliminarRogue One me gustó.
Saludos.
¡Star Wars para siempre! ¡Gracias por el comentario!
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