Los personajes imperfectos y rotos protagonizan Mute (Duncan Jones, 2018), una historia de amor y violencia en un submundo ciberpunk. Fuente. |
"He doesn't need words"
Duncan Jones, el director de Moon (a la que hace varios guiños en su nueva película), Código fuente y Warcraft, ha dividido al público con su nueva película: Mute (2018), disponible ya en Netflix, y que nos conduce a un Berlín del futuro para contarnos la historia de amor de dos personajes y el submundo oscuro que les rodea. Jones ha comentado que quiso que fuera su primera película, pero, en cambio, dirigió Moon y ahora ha vuelto a este guion para transformarlo en una historia futurista de corte noir cuando en la versión original trataba sobre mafiosos en la actualidad. ¿Y qué tal el resultado de la reescritura?
Mute es una película, hasta cierto punto, caótica o, simplemente, descompensada entre tantos momentos histriónicos o viscerales, dignos del Ronin de Frank Miller. Hay momentos que son más dignos de un videoclip o de un corto, que de un film de dos horas. Nunca sabemos muy bien cuál es su propósito, porque se ve abordada por varios personajes desagradables y sus subtramas. Cuando están conectados, ya parece demasiado tarde para ejecutar un final digno, optando por una versión descafeinada de un Nicolas Winding Refn de Solo Dios perdona (y que nos hace dudar si el protagonista es Leo, Cactus o la pata de la cama con el delfín tallado).
Berlín, luces y oscuridad
Puede que el problema, más allá de sus dos horas de duración y su ritmo, a veces entre la parsimonia y lo falsamente frenético, esté en su dificultad a la hora de focalizar cuál es la auténtica historia. ¿Trata sobre Leo, el camarero mudo, amish, que en las últimas escenas se convierte en una especie de Frankenstein? ¿Es Cactus, el personaje amoral y salvaje de un Paul Rudd alejado a los registros que nos tiene acostumbrado? ¿O es el asqueroso Duck, un Justin Theroux que da grima con solo verlo? Ninguno de estos personajes cae excepcionalmente bien (y no tienen por qué hacerlo), pero la película, lejos de parecer coral, lo que se antoja es que escora con unos personajes que tienen arranques que surgen más del guion que de sí mismos, porque, realmente, ¿cuál es la finalidad en la trama de que Duck decida darle voz a Leo? ¿Por una estúpida venganza? A su vez, temas como la pederastia o la explotación sexual quedan como un accesorio que no acaba de encajar en la propuesta.
El espectador tiene que hacer un esfuerzo por creerse esta película y aceptarla con sus limitaciones. No es fácil. Alexander Skarsgård da vida a ese ingenuo camarero, pero no es el silencioso Ryan Gosling de Drive o Solo Dios perdona. Paul Rudd y Justin Theroux levantan la película con sus apariciones, pero sus personajes son repulsivos y se siente que no reciben el tratamiento que merecen en cuanto a su desarrollo (salvo quizás el lunático de Rudd). Seyneb Saleh como Naadirah hace todo lo que puede con el metraje que le corresponde. En el reparto aparecen, brevemente, personajes interpretados por Noel Clarke, Dominic Monagham o Robert Sheehan, pero solo añaden extrañeza a esta película que es más visual que cerebral.
No obstante, si hace poco comentaba que era justo que algunos críticos alabasen Aniquilación por el simple hecho de que no se proponía responder a las preguntas y sus dudas, es irónico cuanto menos que a Mute se la acusa de sus innumerables incoherencias y no se intente disfrutar de una trama que si bien no es perfecta, al menos es un ciberpunk decente (¿y con un final optimista?) para estos tiempos indecentes. Eso sí, el Blade Runner de Berlin está bastante conseguido con una visión del futuro que, salvo los coches voladores, no nos extrañaría ver en una década. Como siempre, es un ciberpunk abarrotado de referencias a otras películas y a un estilo que ya conocemos, pero nunca está de más ver a un director con tanto talento como Duncan Jones que decide recuperarlo bajo la partitura de Clint Mansell, con temas de Nirvana a piano o la versión del Heroes de David Bowie que hizo Philip Glass (no olvidemos que la película está dedicada a David Jones, es decir, David Bowie, el padre de Duncan Jones).
El mañana en el Berlín de Mute (Duncan Jones, 2018), ciberpunk ya disponible en Netflix. Fuente. |
Más allá de los límites del propio film, muchos parecen pedir la cabeza de Jones por haber realizado esta película o sueltan comentarios como "que hiciera una película tan buena como Moon fue pura suerte", pero un servidor piensa que el arte es para los artistas y los artistas de verdad son los que experimentan y arriesgan. No se puede decir que Jones no lo haya intentado una vez más.
Afirmaba el director Martin Scorsese que sistemas como Rotten Tomatoes se habían convertido en los enemigos del cine por esa forma de tachar una película de buena o mala, nada más de estrena, como si fueran calificaciones de unas notas escolares, y daba ejemplos de clásicos que dividieron a la crítica como El mago de Oz y que ahora son reconocidos como obras maestras. En los '80, esto sucedió con Blade Runner, criticada sin pausa hasta convertirse, poco a poco, en una obra de culto. ¿Ocurrirá esto con Mute? Seguramente, deberemos esperar, pero la película de Jones tiene suficientes toques como para merecer su visionado, siempre que se la comprenda como imperfecta, igual que cada una de las personas que cruzan su trama en ese Berlín neblinoso del mañana.
Estupendo y clásico póster de Mute de Duncan Jones. Fuente. |
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