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Hace un par de años, un circo de monstruos llegó a mi ciudad. No penséis ahora que invento a unos seres infernales tipo la Feria de las Tinieblas de Bradbury. No, ese circo llegó, de verdad, hambriento de dinero, sustos y oscuridad.
Vinieron fantasmas, gemelas poseídas, hombres lobo, psicópatas… y todos ellos eran dirigidos por un nosferatu de ojos sanguinolentos, orejas de murciélago, largos dedos y, sobre todo, afilados colmillos como pequeñas dagas. No faltaba ni una sombra en el carnaval negro.
El público pensó que todo era diversión,
pronto se topó con el terror y la maldición,
¡qué divertido pensaban que se lo iban a pasar
y qué triste fue cuando vieron que más de un susto se iban a llevar!
(Y perdonad la rima pobre,
pero es que así hablaban los monstruos del sangriento conde).
pronto se topó con el terror y la maldición,
¡qué divertido pensaban que se lo iban a pasar
y qué triste fue cuando vieron que más de un susto se iban a llevar!
(Y perdonad la rima pobre,
pero es que así hablaban los monstruos del sangriento conde).
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A todas estas (y escapemos de la maldición de la rima), yo me encontraba allí, sentado en las gradas de la carpa negra, mientras veía a gente gritar y llorar ante el avance de los monstruos. Fue la estrategia perfecta: bestias de la ficción que se escudaban tras la “mentira” para poder atacar sin control a víctimas que ya no creían en ellas. "El poder del vampiro yace en que nadie cree en ellos", decía Van Helsing. Y yo pensaba, aún contrariando al doctor de las artes oscuras: "El poder del vampiro y el de todos los monstruos".
Observando aquella confusión, surgida de cuentos antiguos, leyendas urbanas, relatos, libros, películas, cuadros de horror… solo podía sentir que me estaba hermanando con aquellas criaturas que, desde hacía décadas, yo escribía en mis historias: monstruos. Era un deleite, por el terror, lo trágico y el poder de lo fantástico. A veces, lo que escribes se hace realidad.
Entonces, uno de los hijos de las tinieblas se acercó. O debería escribir “dos” en vez de “uno”, pues en la cabeza de este surgía otra más pequeña y si cabe más horrible, la de un hermano que como un parásito se pegó a la falsa vida de su hermano. Si bien la cabeza pequeña, Fauces, hacía honor a su nombre, su inteligencia era la que hacía que el cuerpo de la bestia que era su hermano, Patas, se moviese. Aquel terror era el malnacido de la mezcla de la literatura y el cine de horror de años y años de oscuridad.
Fauces y Patas, heredero de Mamá Slasher y los Monstruos de Universal, se acercaron a mí como uno solo. Su intención era cortarme la cabeza con aquella motosierra que portaban, tomada de váyase a saber quién (cada uno se gana la vida como puede).
Cuando se precipitó sobre mí y cualquiera hubiese chillado y clamado por piedad, solo dije lo primero que se me ocurrió:
—¡Hola! ¿Qué tal?
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¿Por qué iba a chillar? ¿Por qué iba a gritarle? ¿En qué momento iba a sentir una amenaza inminente en aquel ser cuando llevaba años escribiendo sobre él y sus hermanos de las sombras?
Los monstruos se convirtieron en mis padres cada vez que leía o veía terror, en mis hijos a través de la tinta de las historias y en mis hermanos en aquel preciso instante.
Siempre he escrito, siempre he buscado algo que contar muchas veces a través de ellos. Si alguna vez me topaba con un monstruo, sabía que no había nada mejor que decirle que un “¡Hola! ¿Qué tal?”.
Los monstruos se convirtieron en mis padres cada vez que leía o veía terror, en mis hijos a través de la tinta de las historias y en mis hermanos en aquel preciso instante.
Siempre he escrito, siempre he buscado algo que contar muchas veces a través de ellos. Si alguna vez me topaba con un monstruo, sabía que no había nada mejor que decirle que un “¡Hola! ¿Qué tal?”.
Al final, sorprendido, el monstruo que valía por dos, sabiendo que tenía poco que hacer, se marchó, babeando y rugiendo, siguiendo los postulados de la pequeña verruga que era su hermano mayor. Tenían que seguir aterrorizando (¿acaso no se alimentaba del miedo?). Sin embargo, cuando vino a desmembrar a un crío que se sentó cerca y pasó ante mí, no pudo hacer otra cosa que detenerse y decirme:
—¡Amiiiiigo!
Creo que esto resume gran parte de lo que soy, es una historia y es una historia de monstruos. Lo habréis entendido. ¡Bienvenidos a El Antro de los Vampiros y Otros Monstruos de nuevo y feliz Halloween!
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No me gusta: ¡me chifla! Adoro los circos de "freaks", y me hubiese gustado escribir algo como lo que nos has brindado, Carlos, compañero. ¡Qué bueno, qué sentido homenaje al monstruo! Muchas gracias por esto, chico.
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias, Felipe! ¡Me alegro muchísimo de que te haya gustado mucho este post! Sin los monstruos jamás podríamos apreciar el valor de lo fantástico y creo que muchos nos quedaríamos sin material sobre lo que escribir. Como curiosidad, tiene base real todo esto, ¿eh?
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