“A fin de cuentas, matar a mi madre resultó sencillo”.
“[…] Metí la llave en la cerradura de mi puerta y vi mi propio epitafio:
VIVIÓ LA VIDA DE OTRO […]”.
Casi la luna es un relato duro y terrorífico y, como a menudo aparentan ser estos relatos, parecen ser sacados de la vida misma. ¿Cuántas veces habrán ocurrido los hechos que se relatan en este libro?
Alice Sebold, la autora, nos cuenta la historia de Helen Knightly, la hija que mata a su madre, que padece demencia. Desde este punto tan duro, el personaje de la hija va recordando toda su vida: los momentos felices con sus dos hijas Emily y Sarah, con el que fue su marido Jake…, pero también los más duros como una madre posesiva y un padre que decidió tener una doble vida antes que aguantar todo aquello.
Sin duda, la escritora Alice Sebold está dotada para concebir novelas que te creas. Desde la dramática, pero esperanzadora Desde mi cielo (The lovely bones), hasta la novela basada en hechos reales donde cuenta que fue violada en la universidad en el lugar donde otra chica fue asesinada días antes (Afortunada). La literatura de Sebold no prefiere lo simple, sino arranca de la vida los momentos más macabros y duros para recogerlos por escrito.
Otra de las características de su obra (y del presente libro) son las divagaciones. El personaje que narra (hasta ahora siempre mujer y en primera persona) empieza a recordar algún detalle que crea un extraño contraste con lo que le sucede. A veces, este efecto está más conseguido que en otros, y te quedas helado con algún párrafo que aparece de vez en cuando, discretamente.
Sumaría a todo esto un rico lenguaje poético en algunos instantes, debido a que Sebold también es poetisa. Pero no nos encontraremos tampoco con un lenguaje oscuro, sino más bien con claridad y algunas metáforas que en español pierden un poco de fuerza. La metáfora más expresiva que encontramos es la luna, que juega un importante papel, tanto que recibe ese nombre la novela, en un sentido que puede resultar terrorífico. Es este lenguaje, tan mundano y a veces tan sorprendente, el que da un golpe y otro al lector cuando menos se lo espera.
Centrándonos en el libro, la terrible historia está bien contada: son las primeras horas después del crimen y el personaje de Helen está bien construido, hasta que nos damos cuenta de que ella también camina hacia la locura. A medida que da cada paso, recuerda eventos vividos y nos encontramos con frases que le dedicaba su madre, enferma mental, como: “Tu sórdida vida es tu sórdida vida. Si no te gusta, no deberías vivirla”.
Portada de Casi la luna. Fuente. |
Centrándonos en el libro, la terrible historia está bien contada: son las primeras horas después del crimen y el personaje de Helen está bien construido, hasta que nos damos cuenta de que ella también camina hacia la locura. A medida que da cada paso, recuerda eventos vividos y nos encontramos con frases que le dedicaba su madre, enferma mental, como: “Tu sórdida vida es tu sórdida vida. Si no te gusta, no deberías vivirla”.
Uno de los hechos más duros y a la vez mejor contados es el de la muerte de un niño atropellado por fuera de la casa de la madre de la protagonista cuando ella era una adolescente. La manera en la que se expresa y nos cuenta una acción inhumana se me ha quedado grabada, igual que el momento en que el padre de Helen, cuando ella era joven, le relata el secreto que oculta en su antigua casa.
Me ha llamado la atención especialmente la manera en la que consigue el personaje decidir una cosa u otra. Cuando leemos, el personaje nos sorprende con una conclusión: desde a quién pedir ayuda, qué hacer o intentar huir. Es una escritura de pensamientos, por así llamarla, que fluye.
No obstante, uno se da cuenta que una historia tan real es sólo un pedazo de una vida plasmada en papel. No se nos narra un gran relato con un principio y un final definidos, simplemente se nos habla de una vida normal y corriente, pero que realmente guarda sus propios demonios, sus fantasmas, como todos nosotros. Quizás la falta de “grandes hechos” para algunos, junto a alguna parte que se hace más tediosa y menos sorprendente, es el mayor lastre de Casi la luna.
Particularmente, puedo decir que la manera de expresarse y el tipo de historia que cuenta Sebold consigue absorberme, pero que soy el primero que entendería que la mayoría de los lectores no aprecien tan gustosamente este tipo de literatura. Cada uno somos un mundo y cada uno tiene sus gustos.
Si queréis una novela donde se cuente una historia que podría ocurrir, dura y sin concesiones, sincera, que se mueve entre lo esperanzador, pero ante todo deprimente, a partir de una muerte te cuenta toda una vida, no estaría mal tomar Casi la luna.
Os dejo con uno de los párrafos que más me ha impresionado de los últimos libros que he leído:
“[…] Cuando era adolescente creía que todos los niños pasaban las calurosas tardes de verano en sus habitaciones, soñando despiertos con trocear a sus madres en pedazos pequeños y mandarlos a direcciones desconocidas. Yo lo hacía tumbada en mi cama, y también en movimiento por el resto de la casa. Mientras sacaba la basura, le cortaba la cabeza. Mientras limpiaba el jardín de maleza, le arrancaba los ojos, la lengua. Mientras quitaba el polvo de las estanterías, multiplicaba y dividía las partes de su cuerpo. Estaba dispuesta a aceptar que los demás niños pudieran hacerlo con menos ahínco, que tal vez no imaginaran todos los detalles como hacía yo, pero no me cabía en la cabeza que no se lo plantearan […]”.
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