Tras el desinterés inicial que recibieron sus primeras películas como El castillo de Cagliostro, Hayao Miyazaki buscaría en los años ’80 nuevas formas de expresión artística en el mundo del cómic y la ilustración.
Su inspiración surgió de los emonogatari, los cuentos ilustrados japoneses que, a diferencia del manga, combinan secuencias de imágenes con una narrativa pausada y reflexiva. Aquí encontró un medio ideal para desarrollar ideas y temas que germinarían en su prolífica obra cinematográfica.
El viaje de Shuna, publicado ahora en español por la editorial Salamandra, representa un momento clave en esta evolución creativa: una obra gráfica donde Miyazaki dibuja los contornos de un universo temático que explorará posteriormente en largometrajes que son ya clásicos del séptimo arte como El viaje de Chihiro y La princesa Mononoke.
La naturaleza
Un aspecto fascinante de la obra de Miyazaki es su relación con la naturaleza, reflejo de un imaginario japonés que ve en el entorno no sólo un telón de fondo, sino un elemento activo que moldea y desafía a sus personajes. Una de las cuestiones que más me fascinaron de mi viaje a Japón fue que, para muchos visitantes, Japón, con sus vastas urbes y sus luces de neón, evoca una distopía cibernética al estilo de Akira o Ghost in the Shell. Sin embargo, a medida que el avión se acerca, el país es también un lugar donde la naturaleza ocupa un espacio fundamental en la vida cotidiana y el imaginario cultural.
Esta conexión con el entorno, que se observa en sus bosques sagrados y templos construidos en armonía con la naturaleza; como si fuesen los elfos de Tolkien, los japoneses han construido gran parte de su vida en torno a la naturaleza. Esta idea impregna las historias de Miyazaki, convirtiéndose en una especie de activista artístico. El viaje de Shuna, publicado en 1983, aborda ya temas de ecologismo y conservación con una mirada ética y emocional, anticipándose a la tendencia moderna de comercializar estos ideales, algo imperante en el arte actual.
Crítica de El viaje de Shuna de Hayao Miyazaki, clásico que sirve de ensayo de muchas de las ideas del genio japonés https://youtu.be/CA0dxk3g9xg?si=t1MeHDjp43BXwOut Share on XArte y viaje
La historia nos presenta a Shuna, un joven príncipe que se embarca en un viaje para recuperar semillas que podrían revivir la tierra estéril de su reino. Esta travesía lo llevará a un mundo de ruinas y peligros, habitado tanto por divinidades antiguas como por esclavistas que toman a inocentes que entregan a los dioses a cambio de migajas.
Aunque sencillo en apariencia, El viaje de Shuna es un ensayo temprano en el que Miyazaki pone en práctica elementos narrativos y estéticos que explorará a mayor profundidad en su filmografía. Las ilustraciones, realizadas en un estilo sobrio y expresivo, evocan una atmósfera de misticismo y tradición que hace de la lectura una experiencia única. Además, la paleta de colores tenues y la minuciosa atención al detalle visual marcan ya el estilo que definiría al Estudio Ghibli.
Pero ¿de dónde surge El viaje de Shuna? La historia está inspirada en el relato tibetano El príncipe que se convirtió en perro, aunque la historia de Shuna introduce elementos de folclore, leyenda y transformación que Miyazaki adapta con libertad. La idea era que sirviese de base para una película, pero el público japonés no se sentía interesado por esta leyenda y la situación de otros países como China con el Tíbet podía acabar resultando polémica.
El origen del cuento
En la versión tibetana del cuento, el protagonista se convierte en perro al intentar robar cebada al Rey Serpiente para alimentar a su pueblo. Por fortuna, logra huir convertido en bestia, pero una joven lo salva y, a través del amor, el príncipe recupera su forma. En la adaptación de Miyazaki, el joven Shuna no se transforma físicamente, pero experimenta una pérdida similar en su identidad al verse privado de sus recuerdos.
Su relación con Tea, una joven esclava que le ayudará a recuperarlos, refleja uno de los temas recurrentes en la obra de Miyazaki: el protagonismo de figuras femeninas fuertes y la importancia de las conexiones emocionales para la redención y la transformación. De este modo, Tea se añade en la larga tradición de heroínas de Miyazaki como San, la Princesa Mononoke, o Nausicaä, en quienes se combinan la fortaleza, la empatía y el amor por el entorno natural.
Tea es una joven esclava que Shuna libera, y, lejos de ser un personaje secundario, se convierte en un pilar fundamental para la historia y para la evolución del protagonista. A través de ella, Miyazaki crea un personaje femenino autónomo y resiliente, que en su mundo de violencia y desolación representa una fuerza de equilibrio y esperanza. Al igual que con el ecologismo, el mensaje de Miyazaki es feminista antes de que se transformase en una modo artificial de parte del conglomerado mediático.
El mensaje
Por otro lado, el belicismo, aunque presente de forma sutil en El viaje de Shuna, es otro de los temas que Miyazaki profundizará en obras como Porco Rosso o El viento se levanta. El director japonés, nacido en 1941, es uno de los niños de la guerra y su padre poseía una compañía aeronáutica, lo que marcó gran parte de la vida de Miyazaki: su fascinación por los aviones y el arte de volar chocaría de lleno con cómo los aviones se convertían en armas de guerra y el arte de volar en el arte de matar durante la Segunda Guerra Mundial.
En El viaje de Shuna, la violencia está ligada al agotamiento de los recursos naturales y al sufrimiento de los pueblos, un eco de las reflexiones pacifistas del autor. Acaso, ¿el Primer Mundo no explota sistemáticamente al Tercer Mundo y, luego, en un alarde de malicia e hipocresía, tacha a los inmigrantes de lacra? La crítica implícita de El viaje de Shuna se proyecta en un mundo indefinido en el tiempo y el espacio, que bien podría representar un pasado mítico o un futuro desolado, resaltando la universalidad de los temas abordados.
La edición
La edición limitada de Salamandra hace justicia al carácter único de esta obra con una presentación que resalta su importancia: tapa dura, papel de calidad, cantos bañados en pan de oro y textos adicionales de gran valor. Incluye un epílogo del propio Miyazaki, así como comentarios de especialistas como Oriol Estrada y Alex Dudok de Wit, que brindan un contexto valioso para apreciar la obra.
Como detalle extra, una lámina con una ilustración de Shuna acompaña esta cuidada edición, convirtiéndola en una pieza de colección para los seguidores de Miyazaki y para cualquier amante de la ilustración japonesa. Hubiese sido interesante contar con un texto más del Miyazaki actual, saber qué piensa sobre esta obra que fue la semilla, nunca mejor dicho, de muchas de sus obras venideras.
En definitiva, El viaje de Shuna no es solo un relato ilustrado, sino una obra de transición que anticipa los valores y preocupaciones que Miyazaki plasmará en su filmografía. A través de un mundo de leyenda y fantasía, el autor plantea preguntas sobre la ecología, el poder y la empatía, temas que siguen resonando en la actualidad. Con esta reedición, Salamandra invita a redescubrir a un Miyazaki diferente, aún en proceso de búsqueda, pero ya lleno de una profundidad y sensibilidad que le han ganado un lugar único en la historia de la animación y la ilustración.
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