La mala fantasía urbana: El aprendiz de brujo

 

El aprendiz de brujo, ese fracaso que es mejor ignorar. Fuente.

Jerry Bruckheimer se vino arriba al principio de los 2000 tras varios éxitos en el cine de acción (La Roca, Con Air, 60 segundos). ¿Cómo no? Consiguió el milagro de revivir la carrera de Nicolas Cage e incluso fue capaz de sacar una franquicia de una atracción de Disneylandia como era Piratas del Caribe. En algún momento, se tuvo que ver a sí mismo como un mesías capaz de caminar sobre las aguas o, mejor dicho, sobre su fortuna de millones y millones.

Por suerte o por desgracia, a finales de los primeros años del 2000, su estrella se fue apagando debido a películas como El aprendiz de brujo que esta vez no procedía de una atracción, sino de un segmento de la película Fantasía, pero que cumplía con la premisa e intentar revivir la carrera de Nicolas Cage para que pagase sus deudas y el deseo de crear una franquicia. No consiguió ni lo uno ni lo otro.


Ruido y más ruido

La sola idea de que esta película proceda de una obra maestra de la animación como es Fantasía o del poema sinfónico de Paul Dukas resulta casi insultante para aquella joya auspiciada por Disney y a la que aquí se le “rinde homenaje” en una torpe escena, como torpe es casi toda la película, porque como en el caso de Van Helsing, cuenta con elementos que deberían ser un deleite para el público que ama la fantasía, pero lo que se encuentra es con una historia tópica, con diálogos de usar y tirar, interpretaciones entre la caricatura y lo odioso, y una idea de que esto debía ser épico cuando realmente es una especie de La búsqueda 3 (por ahí está Jon Turteltaub, cumpliendo con los designios de Bruckheimer).

La intensidad de la mirada de Cage en este póster ya hace que la película merezca la pena. Fuente.

Todo en el guion de El aprendiz de brujo está gritando hasta la estridencia que es una gran blockbuster, que es original, que es alucinante, que no dejan de pasar cosas, pero acaba recordándonos a ese típico niño llorón que no se calla en el avión y que te da ganas de que el piloto lo estrelle (al niño, no al avión). No por más gritar se tiene más razón y El aprendiz de brujo es un malgasto de dinero, tiempo esfuerzo y conceptos que podrían haber resultado atractivos si hubieran tenido alma (el alma, por desgracia, no se compra). Puede que incluso hubiera funcionado mejor como película de animación en vez de como vehículo para el lucimiento de un Jay Baruchel que intenta hacer su  Peter Parker y solo le sale un chaval odioso que hace kame kame has, una Teresa Palmer que no sabía para qué la habían llamado, un Alfred Molina que es un malo cutre, Monica Bellucci apareciendo para saludar y cobrar el cheque, y un pobre Nicolas Cage a lo Harry Dresden que, como siempre, lo intenta con todas sus ganas, pero una vez más le dan una película que finge ser más de lo que es y nace desgraciadamente muerta y sin oportunidad de revivir. También sale Toby Kebbell, pero haremos como que no, para no avergonzarlo más.

Resumamos en que cuando alguien dice que no le gusta el género fantástico, seguramente es porque piensa que es algo como El aprendiz de brujo: ideas endebles, guion ridículo, clichés, chispitas, chorradas y abracadabras cuyo único efecto es que nos den ganas de suicidarnos. Por suerte, la auténtica fantasía no lo es. El aprendiz de brujo solo es producto de un ataque de ego de Bruckheimer.

Nicolas Cage haciendo de Harry Dreden. Fuente.

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