Crítica de "Wolverine: Honor": Lobezno, honor de Claremont y Miller

Wolverine: Honor, cómic que forja gran parte de la mitología del personaje canadiense. Fuente.
"Soy el mejor en lo que hago, pero lo que hago no es agradable"- Logan.
El artista tiene un origen. Esta es una pequeña verdad, que bien podría debatirse si hablamos de cómo aquel que crea arte tiene poco de individuo y mucho de papel maché, ilusiones y sueños. No obstante, si buscamos en las raíces del artista, puede que encontremos algunas huellas en sus primeros trabajos que bien podemos llamar: orígenes.

Wolverine: Honor (Lobezno: Honor) fue la primera serie en solitario de Logan, el X-Men favorito de muchos que, pronto, con su aire algo siniestro, cínico y de macho alfa, se ganó a generaciones de lectores. Logan no parece un tipo agradable ni quiere caerte bien, pero hace lo que cree justo con ese aura de antihéroe que tanto vende.

En esta aventura, Logan viaja a Japón en busca de Mariko Yashida, el amor de su vida e hija del jefe de un clan que se ha apoyado en la Mano. Vencido, Logan emprende su propio viaje por las tierras niponas, conociendo a la peligrosa asesina Yukio, que se convertirá en su amante. Por desgracia, los hados confabulan contra él y gana atención su idea de ser cada vez más una bestia que un hombre.

Puede que el argumento sea ya conocido por algunas adaptaciones en formato de serie de animación o por la película The Wolverine (James Mangold, 2013), pero mientras que este film era decepcionante, anodino e intrascendente, aquí estamos ante una de esas pequeñas aventuras que empezaron a crear la mitología en solitario de Logan.

Chris Claremont, el auténtico patriarca que dio forma a los X-Men durante años y quien creó las sagas que forjaron a los célebres personajes, contó con el dibujante Frank Miller para narrar una historia donde Logan viaja a Japón y se enfrenta a la Mano, la yakuza, espías y todo tipo de enemigos, entre ellos, sus propios sentimientos. Claremont se mete en la mente de un Wolverine que bien recuerda a los héroes de acción desencantados de los setenta, un ser que, por mucho que niegue su humanidad y desgarre a sus enemigos, solo busca algo de piedad en el mundo. Entiendo a parte del público que no acepta los toques pulp de esta aventurilla, con esa voz en off con algunas frases manidas, pero también comprendo la intención de unos autores que estaban forjando a todo un emblema.

Logan contra la ManoFuente.

Frank Miller no es un extraño para ningún lector de cómics. Cualquiera que haya profundizado en la historia del cómic, sabe que hablamos del artista que más tarde crearía obras inolvidables como su etapa en DaredevilEl regreso del Caballero Oscuro, Sin City, Ronin, 300 y tantas otras que lo han convertido en un emblema del cómic, quizás por el uso de diferentes influencias: los superhéroes, el cine de acción, el western, la sátira fastizoide, el manga... Miller trabaja aquí con Japón, los ninjas y tantos otros temas que le fascinan y se nota en cada trazo y cada juego narrativo que plantea.

Puede que el desenlace del cómic sea apresurado, que el público no disfrute de todo lo que podría haber salido de esta serie, que algunas entradillas que buscan nuevos lectores queden repetitivas para aquel que suele leer las aventuras del personaje o que nada sorprenda al cien por cien, pero estamos ante un interesante origen artístico para todos aquellos que se sientan llamados por los cómics de superhéroes y su hibridación nipona.

Con solo cuatro números, Wolverine: Honor es uno de esos cómics imprescindibles para los fanáticos de Logan y los X-Men, también para otros aficionados a Marvel, o para aquellos estudiosos del cómic que quieren descubrir los orígenes de Frank Miller y ver cómo Claremont se adaptaba a un público sediento de aventuras del héroe que hizo del "Snikt!" su santo y seña. Así que nunca está de más descubrir su origen.


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