Pedro de Mercader y yo escribimos en su día esta crítica sobre Mad Max. Furia en la carretera. Parece reciente, pero ya han pasado los años desde aquel viernes de 2015, cuando la pude ver después de tener algunos contratiempos con el coche (je, irónico, lo sé). Es una de mis películas favoritas y recuerdo la experiencia de verla en el cine... Darle las gracias a Pedro por escribir esto junto a mí. Ahora lo comparto de nuevo en el blog...
Max y Furiosa, dos de los grandes personajes de la última entrega hasta la fecha de Mad Max. Fuente. |
"Mi nombre es Max".
Recorres el desierto donde la muerte te aguarda en cada duna. Tu montura es un viejo motor, unas cuatro ruedas desgastadas y la confianza de que huyes, mueres o matas. Las posibilidades son pocas en el imperio de la barbarie donde la gasolina, el agua y la leche materna son las monedas de cambio para un mundo decadente habitado por seres aún más depravados. Bienvenido a lo que viene más allá del fin del mundo. Arrancad el motor...
Un apocalipsis visual
Poder ver una película de acción sin pensar "estoy suicidando poco a poco todas mis neuronas" es un mandamiento en la mayoría de los casos, ¿por qué no alegrarse ante una obra de este género con la que pienses "estoy viendo una buena cinta cinematográfica" y punto? Si queréis poner a prueba estas líneas, ved Mad Max: Furia en la carretera.
El denominado cine de acción está indudablemente en un momento en el que debe reinventarse. Tal vez sea una impresión, pero bastantes películas de las que se producen tienen cierta estandarización. Movimientos de cámara absurdos e injustificados, desenfoques, montajes bruscos para que no nos demos cuenta de que se echa en falta un trabajo mejor de coreografía o lo mal que están rodadas, personajes mal definidos y deshumanizados que podrían con quinientos hombres sin despeinarse... Ya no tenemos antihéroes accidentales como John McClane, sino que parece que se ha transformado en el prácticamente superpoderoso de Bryan Mills.
¿Y el western? Pues se podría decir que está muerto. Fue bonito mientras duró, pero sus grandes años ya son cosa del pasado. A pesar de que se siguen lanzando determinadas obras que suponen una reivindicación del género (Sin Perdón), lo cierto es que hay muchas obras que toman características del western, pero no son un western propiamente dicho (Drive evoca en gran medida a Raíces profundas, que ya tuvo un remake en El Jinete Pálido de Eastwood). Solo queda eso: puntuales recordatorios y quedarse diluido en otro tipo de cine.
Y si algo tienen en común ambos géneros, la acción y el western, es la idea de la masculinidad, a veces exagerada y mitificada. Ambos géneros, canónicamente (y a pesar de las nada desdeñables excepciones), han estado protagonizados por varones que representan "todo" lo que puede llegar a ser un hombre, según la forma de pensar de nuestra sociedad o la estadounidense.
Con el paso del tiempo y la caída de la "supremacía de la testosterona", la idea de la eterna y falsa masculinidad sin límites se ha desvirtuado y se ha acercado a una igualdad que hace que los roles del hombre que puede con todo y la doncella en apuros hayan desaparecido. Y nos alegramos, aunque en el género de acción se peque de dejar a la mujer de lado, baste ver obras como la trilogía de Spider-Man de Sam Raimi donde el oficio de Mary Jane era dejarse secuestrar por el malo de turno en las tres películas. Y es en ese contexto cuando se estrena una película que muchos habían olvidado tras llevar años en pre y posproducción: Mad Max: Fury Road, que tiene algo que decir, tanto formalmente, como simbólicamente.
La cinta, aunque un entretenimiento cargado de barroquismo, se permite poner una serie de temas a debate para el espectador y la industria, que es mucho más de lo que se hace en el cine taquillero actual. La trilogía Mad Max llevaba treinta años durmiendo, nos congratulamos de que haya despertado ahora más que nunca.
Recogiendo el legado de la trilogía original, tan mitificada y especial dentro de sus parámetros, Furia en la carretera es una de las mejores películas de acción de las estrenadas en los últimos años. ¿Por qué hacemos una afirmación tan categórica? Porque se opone a todo lo mencionado respecto a las carencias de este determinado tipo de filmes. El director George Miller, a sus setenta años, demuestra una mayor pericia y audacia audiovisual que chavales mucho más jóvenes con todos los medios del mundo.
Contando con muchos problemas de producción y con un presupuesto relativamente bajo (tratándose de un blockbuster), el director australiano lo ha vuelto a hacer: una obra de culto, inesperada, entretenida y gloriosa que nos hace preguntarnos por su, ay, cancelada visión de la Liga de la Justicia que debió estrenarse hace un par de años y que fruto de la crisis de guionistas, temas de presupuesto y el Batman de Nolan desapareció en la nada, dejándonos concept art, un guion y alguna foto del casting junto a Miller. Pero regresando a Max, ¿cómo ha conseguido Miller que gran parte del público y la crítica se hayan enamorado de un film que pertenece a géneros tan injustamente defenestrados como son la acción y la ciencia ficción distópica?
Primero, con una puesta en escena clásica salvo algún zoom. La mente tras Mad Max opta por una realización completamente contraria a la posmoderna que estamos sufriendo ahora. Miller quiere que veamos claramente cada frame, que no nos perdamos ni un detalle, ya sea en una panorámica o en un secuencia de una pelea. Tal vez por eso se opte constantemente por composiciones centrales, con una simetría completamente deliberada, como podemos ver en esta demostración: Mad Max: Center Framed from Vashi Nedomansky on Vimeo.
En segundo lugar, se eligen unos planos abiertos, para que veamos bien la acción. Es contrario al plano cerrado, lo que suele ser habitual. Aquí, por el contrario, puede que hayan bastantes cortes y que la duración del plano sea escasa, pero todos tienen justificación narrativa. En tercer lugar y, no por ello menos importante, Furia en la carretera ha optado por efectos especiales "prácticos". Gran parte de lo que vemos en pantalla sucedió en el rodaje. El trabajo de postproducción y cromas se ha dejado bastante de lado. Eso hace que la cinta exude veracidad en cada fotograma. Vemos cosas que resultan increíbles constantemente y, a la vez, todo resulta menos artificioso. Ese regreso a las raíces hace que mucho espectador actual alucine por ver acción real y no tanto un doble peleando con cables y más cables (o una versión en CGI) frente a una pantalla en verde que adornar por ordenador (que puede ser necesario a veces, pero no con la explotación saturada actual).
Mad Max siempre ha sido un western. Podríamos cambiar tarados y bandas de motoristas por indios y forajidos, caballos por vehículos a motor y a Mad Max por el Hombre Sin Nombre (la huella del gran Sergio Leone es alargada) y el concepto y la temática seguirían siendo los mismos. La poética del paisaje, los silencios, los contrastes entre las ciudades y el desierto, la peligrosidad, el movimiento, la lucha en la frontera… Todo es idéntico, pero, irónicamente, es distinto. Que quede claro que Mad Max: Fury Road es una actualización o revisión del clásico de 1939: La diligencia de John Ford con su gran camarada John Wayne. En esa película, un grupo que representaba los distintos roles genéricos del western estaban condenados a hacer un viaje juntos, con peligros en cada momento. El punto de partida de esta Fury Road es, innegablemente, similar. Sin embargo, se atreve a darle una vuelta de tuerca. Principalmente, dando una importancia vital a los personajes femeninos, incluso más que Ford. Uno de los personajes que ha levantado la pasión de los espectadores, incluso por encima del supuesto protagonista que es Max, es nada más y nada menos que la Imperator Furiosa. Aquí las relaciones que se producen entre los dos sexos no necesitan recurrir a un manido e injustificado romance. Y, por suerte, Fury Road trata de reivindicar una figura de la mujer fuerte e independiente, mientras que el hombre es mostrado, con alguna salvedad, como un ser despótico al que derrotar o como herramienta (cuestión que queda explicita en la broma de la francotiradora o en la huida de las novias que desean que sus hijos no sean caudillos de la guerra).
En este futuro distópico, el hombre supone la muerte y la guerra, mientras que la mujer simboliza la madre y el futuro. Y pese a que Max y Furiosa busquen lo mismo: la redención, saber que solo uno de ellos la obtendrá de forma absoluta como para poder volver a habitar entre seres humanos es la confirmación de lo que sostiene todo este film. No hay final feliz para el héroe. Y a esto le sigue algo importante que ya hemos dejado atisbar en este comentario, la película se llama Mad Max, pero Max queda relegado en muchos puntos del film. Sigue ahí, pero el film está más empeñado en seguir a Furiosa (y la redención junto a sus chicas en pos de esa Tierra Prometida) que a un loco como Max, el cual jamás podrá disfrutar de la paz, como los vaqueros de películas como El hombre que mató a Liberty Valance o Sin Perdón: Max es un ser sanguinario, no puede habitar en la época de mesura, pero es necesario para conseguirla. El futuro está en esas mujeres y Miller lo deja claro dándoles un papel primordial y alejándose de algunas claves del western.
El guion se podría analizar por capas. En la más superficial, podríamos detectar una historia simple: ir de un punto a otro, con la idea constante una amenaza, pero al igual que sucede con la mencionada obra de John Ford, si rascamos la superficie, hay una riqueza bastante amplia en matices y en interpretaciones con metáforas, alegorías, simbología... Hay cuestiones que están más allá para todo aquel que quiera indagar, pero hasta el espectador más simple puede disfrutar de la película, porque funciona en torno a una idea que a muchos guionistas asustaría: "complica la vida a tu personaje", si bien esto debería ser bueno para los escritores, muchas veces optan por la solución fácil, por el cliché. Si Furia en la carretera fuese un cliché, Max habría escapado de la pandilla de Joe desde el principio, en los dos intentos de fuga que tiene, pero no, cae y así durante gran parte de la película donde incluso se convierte en una bolsa de sangre en vida. Ese es otro punto fuerte del film, hacer la vida insoportable a sus protagonistas y huir de lo sencillo. Damos gracias.
Y sí, Mad Max: Furia en la carretera es un blockbuster, es cine de entretenimiento, pero como todo gran cine comercial (y el "gran" entiéndase como bueno, no como potente económicamente), trasciende y obsequia al espectador. Es un guion que no toma por estúpido al espectador (a pesar de las ideas preconcebidas o prejucios que se puedan tener antes del visionado), y que no necesita hacer juegos malabares ni tirar de recursos fáciles (uno de los aciertos, en mi opinión, es que al igual que sucedía con la segunda parte de la saga, no necesita contextualizar más de lo necesario. No necesitamos que los personajes estén hablando todo el rato (Max tiene varios "diálogos" que son solo gruñidos) o saber porqué perdió el brazo Furiosa y no nos lo cuentan para darle mayor empaque al personaje, por ejemplo) para lograr esos objetivos.
Y todo esto que absorbe tanto de otras películas e incluso la propia trilogía, puede ser degustado sin que el espectador haya visto las otras, aunque de lo contrario se disfrutarán de numerosos guiños y del potencial de una saga que es ahora cuando despega en otros campos como el cómic o los videojuegos, tras tantos años durmiendo o, incluso, muerta salvo para Miller y sus fans.
Tenemos un reparto que encaja en sus respectivos papeles, siendo un buen acierto cuando en este tipo de películas los protagonistas suelen ser guiñapos. Tom Hardy vuelve a mostrar que es un portento en todos los sentidos, nos da una interpretación muy física en que hasta el más mínimo gesto tiene significado y prescindiendo de la necesidad de verborrea o de escenas diseñadas exclusivamente para su lucimiento. Sin lugar a dudas, Hardy es un Max Rockatansky que no pretende imitar a Mel Gibson (que bien hubiera estado algún cameo), sino que le da una personalidad propia, aunque respetuosa con su precedente, donde suponemos que la película puede que transcurra entre la primera y la segunda o la segunda y la tercera, aunque en este caso se echan en falta más magulladuras para el viejo Max. Especialmente inteligente es que Hardy permanezca con la cara medio tapada durante buena parte del primer acto, exigen al actor un mayor esfuerzo y hace que el espectador vaya asumiendo los nuevos rasgos para el personaje.
Charlize Theron, a pesar de que afirmase que sufrió en el rodaje porque estaba algo desubicada, borda a su personaje: Imperator Furiosa. Nos lo creemos desde su primera aparición con ese plano detalle que se va convirtiendo en un semisubjetivo. Conocemos sus motivaciones al instante y sin necesidad de una palabra. Nos creemos que pueda poner en peligro el imperio de Inmortan Joe (que al final no resultó ser tan inmortal) y con sus marcas sabemos que no ha tenido un pasado especialmente memorable. Vemos a un personaje duro, que se ha sabido adaptar a las circunstancias hasta el momento que toma la decisión de luchar por cambiarlas. ¿Y cómo consigue todo esto? Porque Theron es una gran actriz, no solo tiene un porte impresionante y creíble en este mundo salvaje, sino que es una intérprete capaz de transmitir peligro, dolor o tristeza con una aparente facilidad que deja anonadado; recordemos la caída de Theron cuando descubre el destino de la Tierra de las Muchas Madres.
Y ya que hemos mencionado de pasada a Inmortan Joe, el veterano Hughs Keays-Byrne vuelve a la saga aunque, en esta ocasión, interpreta a una némesis del Cortauñas que encarnó en la primera película: Inmortan Joe es un tirano sencillamente despreciable y Hughs Keays-Byrne ya tiene experiencia en hacer personajes que producen rechazo, aunque en este caso sea desde un puesto de poder sobre una sociedad y no sobre una banda de moteros. Aquí también realiza una interpretación memorable y eso que tiene buena parte de la cara tapada con una máscara bastante icónica que nos evoca, a veces, al Bane del propio Tom Hardy, que, de la misma forma, bebía tanto del Humungus de la segunda película (que tiene su guiño con uno de los hijos de Inmortan Joe, por cierto). Otro acierto de la película es que, pese a tomar varios elementos de las anteriores películas, en esta ocasión se distancian de la subtrama algo quemada del lameculos profesional del malo.
Sí, en las tres obras anteriores teníamos al segundo villano, el adulador del malo, que estaba ahí dando más grima incluso que su jefe. En esta ocasión podríamos señalar a ese fanático Nux, encarnado por Nicholas Hoult, pero lejos de ser solo otro macarra asqueroso, Miller y sus guionistas deciden humanizar a los villanos de esta entrega, convirtiéndolo en un niño más que es víctima de una sociedad de señores de la guerra y no de unas madres que buscan que todo eso termine. Gracias al cambio en Nux, más allá del Valhala o ser mediocre, el film es un acierto. Por último, las Novias: Rosie Huntington-Whiteley, Zoe Kravitz, Riley Keough (nieta de Elvis) y Abbey Lee también resultan solventes en sus respectivas interpretaciones, al igual que las madres, ejemplificando los dilemas de este mundo del mañana.
Con el paso del tiempo y la caída de la "supremacía de la testosterona", la idea de la eterna y falsa masculinidad sin límites se ha desvirtuado y se ha acercado a una igualdad que hace que los roles del hombre que puede con todo y la doncella en apuros hayan desaparecido. Y nos alegramos, aunque en el género de acción se peque de dejar a la mujer de lado, baste ver obras como la trilogía de Spider-Man de Sam Raimi donde el oficio de Mary Jane era dejarse secuestrar por el malo de turno en las tres películas. Y es en ese contexto cuando se estrena una película que muchos habían olvidado tras llevar años en pre y posproducción: Mad Max: Fury Road, que tiene algo que decir, tanto formalmente, como simbólicamente.
La cinta, aunque un entretenimiento cargado de barroquismo, se permite poner una serie de temas a debate para el espectador y la industria, que es mucho más de lo que se hace en el cine taquillero actual. La trilogía Mad Max llevaba treinta años durmiendo, nos congratulamos de que haya despertado ahora más que nunca.
Recogiendo el legado de la trilogía original, tan mitificada y especial dentro de sus parámetros, Furia en la carretera es una de las mejores películas de acción de las estrenadas en los últimos años. ¿Por qué hacemos una afirmación tan categórica? Porque se opone a todo lo mencionado respecto a las carencias de este determinado tipo de filmes. El director George Miller, a sus setenta años, demuestra una mayor pericia y audacia audiovisual que chavales mucho más jóvenes con todos los medios del mundo.
Contando con muchos problemas de producción y con un presupuesto relativamente bajo (tratándose de un blockbuster), el director australiano lo ha vuelto a hacer: una obra de culto, inesperada, entretenida y gloriosa que nos hace preguntarnos por su, ay, cancelada visión de la Liga de la Justicia que debió estrenarse hace un par de años y que fruto de la crisis de guionistas, temas de presupuesto y el Batman de Nolan desapareció en la nada, dejándonos concept art, un guion y alguna foto del casting junto a Miller. Pero regresando a Max, ¿cómo ha conseguido Miller que gran parte del público y la crítica se hayan enamorado de un film que pertenece a géneros tan injustamente defenestrados como son la acción y la ciencia ficción distópica?
Primero, con una puesta en escena clásica salvo algún zoom. La mente tras Mad Max opta por una realización completamente contraria a la posmoderna que estamos sufriendo ahora. Miller quiere que veamos claramente cada frame, que no nos perdamos ni un detalle, ya sea en una panorámica o en un secuencia de una pelea. Tal vez por eso se opte constantemente por composiciones centrales, con una simetría completamente deliberada, como podemos ver en esta demostración: Mad Max: Center Framed from Vashi Nedomansky on Vimeo.
En segundo lugar, se eligen unos planos abiertos, para que veamos bien la acción. Es contrario al plano cerrado, lo que suele ser habitual. Aquí, por el contrario, puede que hayan bastantes cortes y que la duración del plano sea escasa, pero todos tienen justificación narrativa. En tercer lugar y, no por ello menos importante, Furia en la carretera ha optado por efectos especiales "prácticos". Gran parte de lo que vemos en pantalla sucedió en el rodaje. El trabajo de postproducción y cromas se ha dejado bastante de lado. Eso hace que la cinta exude veracidad en cada fotograma. Vemos cosas que resultan increíbles constantemente y, a la vez, todo resulta menos artificioso. Ese regreso a las raíces hace que mucho espectador actual alucine por ver acción real y no tanto un doble peleando con cables y más cables (o una versión en CGI) frente a una pantalla en verde que adornar por ordenador (que puede ser necesario a veces, pero no con la explotación saturada actual).
Mad Max siempre ha sido un western. Podríamos cambiar tarados y bandas de motoristas por indios y forajidos, caballos por vehículos a motor y a Mad Max por el Hombre Sin Nombre (la huella del gran Sergio Leone es alargada) y el concepto y la temática seguirían siendo los mismos. La poética del paisaje, los silencios, los contrastes entre las ciudades y el desierto, la peligrosidad, el movimiento, la lucha en la frontera… Todo es idéntico, pero, irónicamente, es distinto. Que quede claro que Mad Max: Fury Road es una actualización o revisión del clásico de 1939: La diligencia de John Ford con su gran camarada John Wayne. En esa película, un grupo que representaba los distintos roles genéricos del western estaban condenados a hacer un viaje juntos, con peligros en cada momento. El punto de partida de esta Fury Road es, innegablemente, similar. Sin embargo, se atreve a darle una vuelta de tuerca. Principalmente, dando una importancia vital a los personajes femeninos, incluso más que Ford. Uno de los personajes que ha levantado la pasión de los espectadores, incluso por encima del supuesto protagonista que es Max, es nada más y nada menos que la Imperator Furiosa. Aquí las relaciones que se producen entre los dos sexos no necesitan recurrir a un manido e injustificado romance. Y, por suerte, Fury Road trata de reivindicar una figura de la mujer fuerte e independiente, mientras que el hombre es mostrado, con alguna salvedad, como un ser despótico al que derrotar o como herramienta (cuestión que queda explicita en la broma de la francotiradora o en la huida de las novias que desean que sus hijos no sean caudillos de la guerra).
En este futuro distópico, el hombre supone la muerte y la guerra, mientras que la mujer simboliza la madre y el futuro. Y pese a que Max y Furiosa busquen lo mismo: la redención, saber que solo uno de ellos la obtendrá de forma absoluta como para poder volver a habitar entre seres humanos es la confirmación de lo que sostiene todo este film. No hay final feliz para el héroe. Y a esto le sigue algo importante que ya hemos dejado atisbar en este comentario, la película se llama Mad Max, pero Max queda relegado en muchos puntos del film. Sigue ahí, pero el film está más empeñado en seguir a Furiosa (y la redención junto a sus chicas en pos de esa Tierra Prometida) que a un loco como Max, el cual jamás podrá disfrutar de la paz, como los vaqueros de películas como El hombre que mató a Liberty Valance o Sin Perdón: Max es un ser sanguinario, no puede habitar en la época de mesura, pero es necesario para conseguirla. El futuro está en esas mujeres y Miller lo deja claro dándoles un papel primordial y alejándose de algunas claves del western.
El guion se podría analizar por capas. En la más superficial, podríamos detectar una historia simple: ir de un punto a otro, con la idea constante una amenaza, pero al igual que sucede con la mencionada obra de John Ford, si rascamos la superficie, hay una riqueza bastante amplia en matices y en interpretaciones con metáforas, alegorías, simbología... Hay cuestiones que están más allá para todo aquel que quiera indagar, pero hasta el espectador más simple puede disfrutar de la película, porque funciona en torno a una idea que a muchos guionistas asustaría: "complica la vida a tu personaje", si bien esto debería ser bueno para los escritores, muchas veces optan por la solución fácil, por el cliché. Si Furia en la carretera fuese un cliché, Max habría escapado de la pandilla de Joe desde el principio, en los dos intentos de fuga que tiene, pero no, cae y así durante gran parte de la película donde incluso se convierte en una bolsa de sangre en vida. Ese es otro punto fuerte del film, hacer la vida insoportable a sus protagonistas y huir de lo sencillo. Damos gracias.
Max ante su destino... o su final. Fuente. |
Y sí, Mad Max: Furia en la carretera es un blockbuster, es cine de entretenimiento, pero como todo gran cine comercial (y el "gran" entiéndase como bueno, no como potente económicamente), trasciende y obsequia al espectador. Es un guion que no toma por estúpido al espectador (a pesar de las ideas preconcebidas o prejucios que se puedan tener antes del visionado), y que no necesita hacer juegos malabares ni tirar de recursos fáciles (uno de los aciertos, en mi opinión, es que al igual que sucedía con la segunda parte de la saga, no necesita contextualizar más de lo necesario. No necesitamos que los personajes estén hablando todo el rato (Max tiene varios "diálogos" que son solo gruñidos) o saber porqué perdió el brazo Furiosa y no nos lo cuentan para darle mayor empaque al personaje, por ejemplo) para lograr esos objetivos.
Y todo esto que absorbe tanto de otras películas e incluso la propia trilogía, puede ser degustado sin que el espectador haya visto las otras, aunque de lo contrario se disfrutarán de numerosos guiños y del potencial de una saga que es ahora cuando despega en otros campos como el cómic o los videojuegos, tras tantos años durmiendo o, incluso, muerta salvo para Miller y sus fans.
Tenemos un reparto que encaja en sus respectivos papeles, siendo un buen acierto cuando en este tipo de películas los protagonistas suelen ser guiñapos. Tom Hardy vuelve a mostrar que es un portento en todos los sentidos, nos da una interpretación muy física en que hasta el más mínimo gesto tiene significado y prescindiendo de la necesidad de verborrea o de escenas diseñadas exclusivamente para su lucimiento. Sin lugar a dudas, Hardy es un Max Rockatansky que no pretende imitar a Mel Gibson (que bien hubiera estado algún cameo), sino que le da una personalidad propia, aunque respetuosa con su precedente, donde suponemos que la película puede que transcurra entre la primera y la segunda o la segunda y la tercera, aunque en este caso se echan en falta más magulladuras para el viejo Max. Especialmente inteligente es que Hardy permanezca con la cara medio tapada durante buena parte del primer acto, exigen al actor un mayor esfuerzo y hace que el espectador vaya asumiendo los nuevos rasgos para el personaje.
Charlize Theron, a pesar de que afirmase que sufrió en el rodaje porque estaba algo desubicada, borda a su personaje: Imperator Furiosa. Nos lo creemos desde su primera aparición con ese plano detalle que se va convirtiendo en un semisubjetivo. Conocemos sus motivaciones al instante y sin necesidad de una palabra. Nos creemos que pueda poner en peligro el imperio de Inmortan Joe (que al final no resultó ser tan inmortal) y con sus marcas sabemos que no ha tenido un pasado especialmente memorable. Vemos a un personaje duro, que se ha sabido adaptar a las circunstancias hasta el momento que toma la decisión de luchar por cambiarlas. ¿Y cómo consigue todo esto? Porque Theron es una gran actriz, no solo tiene un porte impresionante y creíble en este mundo salvaje, sino que es una intérprete capaz de transmitir peligro, dolor o tristeza con una aparente facilidad que deja anonadado; recordemos la caída de Theron cuando descubre el destino de la Tierra de las Muchas Madres.
Y ya que hemos mencionado de pasada a Inmortan Joe, el veterano Hughs Keays-Byrne vuelve a la saga aunque, en esta ocasión, interpreta a una némesis del Cortauñas que encarnó en la primera película: Inmortan Joe es un tirano sencillamente despreciable y Hughs Keays-Byrne ya tiene experiencia en hacer personajes que producen rechazo, aunque en este caso sea desde un puesto de poder sobre una sociedad y no sobre una banda de moteros. Aquí también realiza una interpretación memorable y eso que tiene buena parte de la cara tapada con una máscara bastante icónica que nos evoca, a veces, al Bane del propio Tom Hardy, que, de la misma forma, bebía tanto del Humungus de la segunda película (que tiene su guiño con uno de los hijos de Inmortan Joe, por cierto). Otro acierto de la película es que, pese a tomar varios elementos de las anteriores películas, en esta ocasión se distancian de la subtrama algo quemada del lameculos profesional del malo.
Sí, en las tres obras anteriores teníamos al segundo villano, el adulador del malo, que estaba ahí dando más grima incluso que su jefe. En esta ocasión podríamos señalar a ese fanático Nux, encarnado por Nicholas Hoult, pero lejos de ser solo otro macarra asqueroso, Miller y sus guionistas deciden humanizar a los villanos de esta entrega, convirtiéndolo en un niño más que es víctima de una sociedad de señores de la guerra y no de unas madres que buscan que todo eso termine. Gracias al cambio en Nux, más allá del Valhala o ser mediocre, el film es un acierto. Por último, las Novias: Rosie Huntington-Whiteley, Zoe Kravitz, Riley Keough (nieta de Elvis) y Abbey Lee también resultan solventes en sus respectivas interpretaciones, al igual que las madres, ejemplificando los dilemas de este mundo del mañana.
Respecto a la fotografía de Furia en la carretera, se emplean especialmente tonos amarillentos para las imágenes diurnas y un azul oscuro para las nocturnas; es exactamente lo que necesita la película, ya que se ajusta a lo que se pretende plasmar y logra que todos y cada uno de los planos sean llamativos para el espectador, acostumbrado a una visualidad bochornosa o una visualidad sin ton ni son.
El diseño de producción y el trabajo artístico en esta película es sencillamente impresionante, con un trabajo increíble a la hora de crear diseños de personajes, de vestuario, de objetos y de vehículos que son maravillosos. Baste señalar a personajes que ya se han vuelto icónicos como el Doof Warrior, ese lunático al que vemos junto a unos altavoces y que se transforma en uno de los puntos icónicos del film por su extravagancia y su función dentro de esta música infernal del fin del mundo, siendo adorado por los espectadores.
Y ya que hablamos de música, no podemos obviar la banda sonora de Junkie XL, que nos evoca a veces a los trabajos de Hans Zimmer. XL está en la línea de ese toque rockero encaja a la perfección para realizar bandas sonoras cañeras de determinado tipos de películas como esta. Sus mezclas dan fuerza al conjunto y hacen que las imágenes tengan (aún más) ritmo, memorable e interesantes escuchar, tanto dentro, como fuera de la película.
El diseño de producción y el trabajo artístico en esta película es sencillamente impresionante, con un trabajo increíble a la hora de crear diseños de personajes, de vestuario, de objetos y de vehículos que son maravillosos. Baste señalar a personajes que ya se han vuelto icónicos como el Doof Warrior, ese lunático al que vemos junto a unos altavoces y que se transforma en uno de los puntos icónicos del film por su extravagancia y su función dentro de esta música infernal del fin del mundo, siendo adorado por los espectadores.
Y ya que hablamos de música, no podemos obviar la banda sonora de Junkie XL, que nos evoca a veces a los trabajos de Hans Zimmer. XL está en la línea de ese toque rockero encaja a la perfección para realizar bandas sonoras cañeras de determinado tipos de películas como esta. Sus mezclas dan fuerza al conjunto y hacen que las imágenes tengan (aún más) ritmo, memorable e interesantes escuchar, tanto dentro, como fuera de la película.
En definitiva, hay acuerdo entre los dos que firmamos esta crítica: Mad Max es mucho más de lo que se puede, a primera vista, esperar de ella. Miller hace un producto que, esperemos, marque un antes y un después en los blockbusters; porque la profundidad o la puesta en escena impecables y la calidad no tienen porqué estar distanciadas.
Mad Max ha vuelto a recordarnos que siempre podemos aspirar a algo mejor, pero, al igual que los personajes, es algo que tenemos que conquistar. ¿Seremos dignos de la puerta del Valhalla y la inmortalidad o seremos mediocres? Seamos testigos.
El western es un género que propenso para fusionarse con otro géneros, como la ciencia ficcion, con los superheroes. Con la Liga de la Justicia, con Doctor Who.
ResponderEliminarFunciona para que Sharon Stone sea protagonista, una mujer de accion buscando vengarse.
No me parece que Mary Jane tenga un papel pasivo, solo de damisela en peligro. Es quien mejor entiende al personaje, es la que decide correr el riesgo de ser la novia del heroe. Y para eso, abandona a un casamiento.
El papel de Charlize Theron es diferente. Tanto que es más protagonista que Mad Max, personaje que empieza a notarse un tanto tardiamente, aunque en forma contundente. Llegan a funcionar muy bien juntos.
Lo interesante que no es un reinicio, podría ser una continuacion de la trilogia.
Interesante reseña
¡Hey! Me alegro de que te gustase Mad Max. A ver si algún día la veo de nuevo y le dedico algún post más, aunque ya he hecho unos cuantos sobre esta saga que me encanta. ¡Saludos y gracias por el comentario y tus referencias!
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